TARAWA MERIDIONAL, Kiribati — En todas partes del mundo la humanidad se enfrenta a una pregunta recurrente: ¿por qué los cambios sociales significativos suelen ser difíciles de alcanzar, incluso cuando se aplican políticas y las buenas intenciones abundan? En Kiribati, esta pregunta reviste especial urgencia en lo que respecta a la igualdad entre mujeres y hombres.
«Las políticas nacionales por sí solas no son suficientes», expresaba Quddus Akura Terubentau, de la Oficina de Asuntos Externos de los Bahá'ís de Kiribati, en declaraciones al Servicio de Noticias.
Y añadió: «Si bien el país ha aceptado la igualdad de hombres y de mujeres a nivel nacional, las normas culturales y familiares se mantienen de manera que obstaculizan su plena consecución»
Terubentau prosiguió: «El camino hacia adelante exige un doble enfoque: fortalecer los proyectos a nivel local para resolver las barreras culturales y garantizar que los proyectos a nivel nacional se integren sólidamente en los contextos locales».

Esta brecha persistente entre la política y la práctica animó a la Oficina a entablar diálogos sistemáticos con representantes gubernamentales, líderes de la sociedad civil y expertos en tecnología para analizar la forma en que las familias pueden crear entornos que garanticen el bienestar de todos sus miembros en un mundo de cambios vertiginosos.
Un foro de debate organizado recientemente por la Oficina de Asuntos Externos reunió a algunos de estas diferentes perspectivas
Barreras familiares y culturales
En el debate se analizó las diferentes presiones que experimenta la vida familiar. La diputada jubilada Beta Turpin manifestó que cuando los padres confían principalmente en los enfoques autoritarios de la disciplina o cuando las numerosas exigencias que compiten por el tiempo de las familias dejan poco espacio para una relación de calidad con sus hijos, se convierte en un reto promover la igualdad y el respeto mutuo en el hogar.
El especialista en tecnología de la información Kanaan Ngutu señaló las nuevas presiones que las familias soportan en una época de rápidos cambios tecnológicos: «Las redes sociales influyen en los niños de formas que a veces normalizan comportamientos que antes eran considerados inapropiados».
Y añadió: «Con frecuencia los padres están absortos en el trabajo o en sus propios dispositivos y están menos presentes para guiar a sus hijos».
Sin embargo, hizo hincapié en que la solución no se encuentra en rechazar la tecnología: «No se debe privar a los niños de las oportunidades que ofrece la tecnología, sino que hay que apoyarlos, acompañarlos y guiarlos para que puedan prosperar con ella».
“Muchas familias se dan cuenta de que ponen en práctica modelos que, tras reflexionar, reconocen como perjudiciales. Pero sin oportunidades para la reflexión, puede que las personas no vean que ciertas normas contribuyen a agrandar los retos. Es en este punto donde los espacios para el diálogo reflexivo cobran tanta importancia». ”
Quddus Akura Terubentau, de la Oficina de Asuntos Externos de Kiribati
Rusila Tekamotiata, directora del Programa de Igualdad de Género del Alto Comisionado Australiano de Kiribati, apuntó hacia un obstáculo que reta a muchas sociedades: «En el seno de las familias, las mujeres (y en especial las mujeres de más edad), son a veces las grandes defensoras del dominio masculino tradicional».
Y agregó: «Para que se produzca un cambio sustancial, la transformación debe comenzar en el hogar».
«Muchas familias se dan cuenta de que ponen en práctica modelos que, tras reflexionar, reconocen como perjudiciales. Pero sin oportunidades para la reflexión, puede que las personas no vean que ciertas normas contribuyen a agrandar los retos. Es en este punto donde los espacios para el diálogo reflexivo cobran tanta importancia», añadió.
Una cuestión de autoridad y de nobleza
El diálogo se centró en cuestiones más profundas: ¿Qué condiciones son las que permiten que se produzca un cambio genuino en las vidas de las personas y de las comunidades y por qué ese cambio a veces puede resultar tan difícil, incluso cuando se entiende su importancia?
« En muchas sociedades existe un supuesto generalizado de que el cambio debe venir por presiones externas ―explica Terubentau―. Comprobamos este patrón en diferentes instituciones, bien sea mediante sanciones penales, sociales o bajo la amenaza de exclusión de la comunidad. Estos enfoques se fundamentan todos en la autoridad para forzar un comportamiento».
El problema subyacente, sugiere Terubentau, es una visión limitada de la capacidad humana: «Este pensamiento acepta que las personas no pueden cambiar porque no se las considera como seres nobles. Sin embargo, son seres espirituales con una naturaleza superior que las ayuda a trascender sus limitaciones».
Este cambio, pasar de contemplar a las personas como seres que necesitan control externo a reconocer su nobleza inherente, transforma la forma en que las instituciones se relacionan con las comunidades y los individuos.
«Cuando entendemos que las personas son seres nobles, la comunicación cambia. Hay respeto porque las instituciones se dirigen a almas nobles», afirmó Terubentau.

Atisbos de cambio
La Oficina ve esta idea reflejada en los vecindarios donde las actividades bahá’ís de desarrollo comunitario están prosperando. Las familias aprenden a dialogar juntas, no con un debate, sino mediante la escucha respetuosa. En un proceso de esta índole, las voces de los niños se tienen en cuenta, los hombres comparten responsabilidades que antes se consideraban típicas de las mujeres y las divisiones rígidas dan paso a la cooperación.
« En las familias que estudian y aplican las enseñanzas bahá'ís, como la consulta bahá’í, por ejemplo, los esposos se convierten en verdaderos compañeros. Toman decisiones juntos y se apoyan mutuamente en igualdad».
Y agregó: «Estos modelos influyen además en el servicio fuera del hogar. Muchos maridos y esposas se comprometen con las actividades en pro de la mejora de la sociedad, desafiando la norma de que las mujeres deben quedar limitadas a la vida doméstica. Donde hay compañerismo, los casos de violencia se reducen drásticamente o desaparecen del todo».
«Cuando los esposos consultan sobre las metas de su familia, cómo trabajar juntos y dar cabida a las opiniones de sus hijos, crean unidad», afirmó Terubentau.

Mediante diálogos periódicos, las familias reflexionan sobre su progreso, comparten retos e identifican formas para apoyarse mutuamente.
«Cada persona aporta una perspectiva única. Cuando se armonizan, incluidas las de los niños, la familia se vuelve más fuerte».
La participación en los programas bahá’ís de educación moral y espiritual refuerza estos hábitos.
Al aprender a escuchar, a empatizar y a colaborar, las personas llevan estas capacidades a la vida familiar, a los lugares de trabajo y en última instancia a la sociedad, lo que hace que la experiencia sea más unificada y tenga mayor propósito.
Un camino hacia adelante
Las experiencias que se generan en las actividades de desarrollo comunitario y en los foros nacionales con los agentes sociales ofrecen ideas sobre la forma de generar un cambio duradero.
«Si bien las políticas son importantes, no pueden sustituir el aprendizaje que se produce en las familias y en las comunidades». Este aprendizaje, anclado en el reconocimiento de la nobleza de toda persona, muestra cómo se puede reconceptualizar la autoridad.
Terubentau declaró: «La verdadera autoridad, desde este punto de vista, no reside en el control sino en fomentar la confianza, la reflexión y la cooperación».