ACCRA, Ghana — En una clase, una niña está de pie leyendo en voz alta ante sus compañeros un librito de cuentos sobre la honradez y la bondad. Hace solo unos meses le costaba leer el alfabeto; ahora su voz firme arranca sonrisas a sus compañeros que siguen cada línea. Su logro no representa solo una importante etapa personal, sino una señal discreta de que familias y vecindarios enteros pueden cambiar cuando el aprendizaje se une a un propósito moral.
Escenas como éstas se suceden a diario en las numerosas aulas donde opera la Fundación Olinga para el Desarrollo Humano, una iniciativa educativa de inspiración bahá'í, en colaboración con las escuelas en sus programas de alfabetización, llegando a cuatrocientos mil alumnos y cuarenta y cinco mil profesores en doscientas cincuenta comunidades rurales de Ghana a lo largo de sus veinticinco años de historia.
«A mediados de la década de 1990, a medida que las actividades de desarrollo comunitario bahá'ís atraían a vecinos de todas las edades para dialogar y estudiar con mayor profundidad, se hizo evidente que muchos todavía no leían con fluidez», recuerda Leonard Nubuasah, coordinador nacional de la Fundación, en una entrevista con el Servicio de Noticias.
Conscientes de que una alfabetización limitada podía frenar tanto el crecimiento personal como el esfuerzo colectivo, los educadores locales decidieron abordar la brecha de frente. «Las enseñanzas bahá'ís describen la educación de los niños como una de las acciones más meritorias», explica Nubuasah. «Inspirados por esa visión, surgieron varias personas para ayudar a combatir el analfabetismo».
Desde entonces, el hecho de vincular la enseñanza de la lectura con el desarrollo de cualidades morales y espirituales ha suscitado un reconocimiento más amplio. En 2024, la fundación Olinga recibió el Premio de Filantropía de Ghana por «Inspirar el cambio en la alfabetización», un reconocimiento, dicen los educadores, que pertenece a los numerosos profesores y familias que han hecho suyo el programa.
«La educación —afirma Leslie Casely-Hayford, directora de la fundación Olinga—, no solo es necesaria para el progreso individual; es esencial para la capacidad de prosperar de una sociedad».
La doctora Casely-Hayford hace referencia a la afirmación de Bahá'u'lláh de que el conocimiento es «como alas para la vida del hombre» y añade: «Una sociedad que no se ocupa de la alfabetización disminuye su energía creativa y obstaculiza su capacidad para afrontar cualquier otro reto, desde la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres hasta la mejora de la seguridad alimentaria y la capacidad de hacer frente al cambio climático».
Entrelazar lecciones con principios
Al igual que muchas organizaciones de inspiración bahá'í, la fundación, en su labor de alfabetización, se centra en entrelazar el desarrollo de destrezas técnicas con un propósito moral.
Los cursos de los programas de alfabetización de la fundación Olinga se organizan en torno a un principio —humildad, veracidad, justicia— que invita al alumno a reflexionar sobre cómo ese principio puede orientar sus decisiones en sus hogares, en la escuela o en la comunidad en general.
El profesorado ayuda entonces a la clase a convertir la comprensión de la lectura en debate, reflexión y pequeños actos de servicio.
Los programas de la fundación hacen especial hincapié en la promoción de las mujeres. «Invitamos tanto a los directores como a los docentes a examinar su propia práctica —explica uno de los facilitadores de la organización—, para garantizar que las clases adopten rutinas que atraigan a cada niño o niña al corazón de la lección».
Los resultados son sorprendentes. «Cuando una niña que antes estaba sentada en silencio empieza a leer en voz alta, su confianza anima a toda la clase», señala Nubuasah. Según el personal, esa seguridad en sí mismas va mucho más allá de las aulas: las niñas adquieren y comparten conocimientos sobre mejores prácticas de salud e higiene y toman decisiones con conocimiento de causa sobre su futuro, cambios que repercuten en el bienestar familiar, como por ejemplo menores tasas de mortalidad infantil cuando se convierten en madres.
«La alfabetización amplía el horizonte de los jóvenes —añade la doctora Casely-Hayford—. Una chica que tiene una competencia lectora avanzada empieza a conceptualizarse a sí misma como una persona que aporta algo a su comunidad. Ese sentido más claro de identidad y propósito constituye una de las protecciones más sólidas contra las presiones asociadas al embarazo precoz».
Fortalecer los cimientos de la prosperidad
Transcurridos nueve meses desde la adopción del programa por una escuela, la proporción de estudiantes que leen con fluidez aumenta sustancialmente, pasando de aproximadamente del 25% a más de la mitad.
Según explica la doctora Casely-Hayford, «cuando los padres y madres ven a sus hijos e hijas leyendo en voz alta, la esperanza renace».
«Las familias que inicialmente podrían haber retirado su apoyo a sus hijas e hijos durante el primer ciclo de secundaria comienzan a animarlos y su comunidad siente el efecto de impulso».
Nubuasah se refirió al recorrido del alumnado, del profesorado y de las comunidades y afirmó: La alfabetización es una puerta de entrada, si bien lo más importante es lo que se llevan consigo los niños y las niñas a través de esa puerta: la capacidad de dialogar y tomar decisiones colectivas, de servir y de consolidar la unidad dondequiera que vayan.