
El diálogo es esencial para afrontar los retos actuales, afirman los delegados bahá’ís en el VIII Congreso de Dirigentes de Religiones Mundiales y Tradicionales.
ASTANA, Kazajistán — Más de cien dirigentes religiosos de sesenta países se reunieron en Astana recientemente en el VIII Congreso de Dirigentes de Religiones Mundiales y Tradicionales para analizar el modo en que las comunidades religiosas pueden ser una fuerza mayor para la cooperación en la resolución de los problemas mundiales, como el cambio climático, las alteraciones tecnológicas y la fragmentación social.
En su intervención en la sesión plenaria, David Rutstein, secretario general de la Comunidad Internacional Bahá’í, manifestó que una cooperación satisfactoria se asienta sobre el espíritu con el que hablamos y escuchamos.
«El punto de vista bahá’í ofrece un enfoque esperanzador y práctico al diálogo religioso, basado en el principio de la consulta bahá’í», afirmó, citando a Bahá’u’lláh: «El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida».
Basándose en la experiencia de la comunidad bahá’í, Rutstein destacó los elementos de la consulta bahá’í que permiten fortalecer el diálogo religioso: una búsqueda sincera de la verdad en lugar del debate; el respeto hacia todos los participantes; la escucha paciente y empática; el desprendimiento de las ideas propias una vez que se han expresado y hablar sin ofender al tiempo que se escucha sin ofenderse.

«La consulta comienza con una búsqueda sincera de la verdad ―comentó―. No se trata de un debate, ni de una competición de ideas, sino de una investigación colectiva».
El Congreso contó con el Foro de Jóvenes Líderes Religiosos sobre el tema de «La juventud y la convivencia pacífica».
Alinur Sabit, secretario de la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís de Kazajistán, que participó en el foro, planteó preguntas sobre la mejor manera en que los jóvenes pueden promover la colaboración, superando la competición, y cómo los líderes religiosos pueden garantizar que las jóvenes tengan acceso igualitario a la educación.
En declaraciones al Servicio de Noticias, Sabit analizó la tensión entre la cooperación y la competición. «Estamos acostumbrados a pensar en la competición como algo natural e incluso necesario para el progreso ―afirmó―. Pero ¿hasta qué punto facilita la competición la reciprocidad genuina? ¿En qué medida nos anima a compartir conocimientos de manera generosa y a esforzarnos por apoyar a nuestros congéneres para que todos prosperemos?».
Subrayó que la cooperación no es solo un requisito razonable para afrontar los retos actuales, sino que refleja una verdad más profunda acerca de la naturaleza humana.
Además de las sesiones formales, la Oficina Bahá’í de Asuntos Públicos de Kazajistán organizó dos recepciones en las que se invitó a los asistentes a participar en talleres creativos, como un taller de creación con fieltro de lana inspirado en la imagen de «las hojas de un mismo árbol», un tema que encontramos tanto en la cultura kazaja como en las enseñanzas bahá’ís.
Hablando sobre este acto, Lyazzat Yangaliyeva, de la Oficina de Asuntos Públicos y representante de la comunidad bahá’í en el Congreso, explicó que la importancia del Congreso no radica solo en quiénes asisten, sino en cómo su espíritu se transmite en los diálogos nacionales ya en marcha.
«Kazajistán ha creado un espacio en el que la religión no queda relegada a la esfera privada ni se utiliza para dividir, sino que es invitada a aportar una visión práctica sobre cuestiones públicas», afirmó Yangaliyeva en declaraciones al Servicio de Noticias.
«Nuestra Oficina está aprendiendo sobre maneras de ampliar el círculo, invitando a profesores universitarios, líderes comunitarios y jóvenes a dialogar con franqueza sobre problemas actuales. Lo que interesa aquí es que estamos creando hábitos de escucha y de investigación compartida que ayudan a la religión a servir al bien común».
