En Estados Unidos, un simposio analiza cómo los relatos basados en la unidad y la justicia pueden dar cabida a las dolorosas realidades y a las aspiraciones comunes.

WASHINGTON D.C. — Hace más de un siglo, la primera comunidad bahá'í estadounidense celebró la primera conferencia de Amistad Interracial, una reunión sin precedentes para estudiar cómo la conciencia de la unidad fundamental de la humanidad podía curar divisiones supuestamente insuperables. En la actualidad, conforme se aproxima el 250 aniversario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, el simposio «Avanzando juntos» celebrado en Washington D.C. recordó ese legado para analizar la forma de narrar la Historia en los relatos por los que los americanos se comprenden mutuamente.

El simposio, organizado por la Oficina Bahá’í de Asuntos Públicos de los Estados Unidos, se plantea como una actividad continua y giró este año en torno al tema de Narrar la Historia de Estados Unidos (en inglés). Muchos participantes, que superaron la cuarentena en número, ―académicos, representantes de organizaciones de la sociedad civil, comunidades religiosas y representantes gubernamentales― llevan tiempo participando en debates sobre este tema, lo que ha convertido esta reunión en un espacio de reflexión en torno a un proceso común de aprendizaje y en un paso más en una labor de continuidad.
Juntos, examinaron la forma en que los relatos basados en la unidad y en la justicia podían abarcar las dolorosas realidades del país y las aspiraciones comunes en el mismo marco: extender el sentido de pertenencia colectiva al tiempo que se pide a cada individuo que ejerza un papel constructivo en la Historia que se está desarrollando en la nación.


«Este proyecto nos invita a imaginar lo que no se ha imaginado aún» ―afirmó P.J. Andrews de la Oficina de Asuntos Públicos de Estados Unidos. «Los relatos pueden ayudarnos a ver no solo quiénes hemos sido, sino también quiénes podemos llegar a ser, en base a nuestra humanidad común y a nuestra dignidad inherente».
Metáforas constructivas para la armonía
El simposio destacó una conciencia creciente para dejar atrás los métodos tradicionales de confrontación para el cambio social y adoptar lo que los participantes describieron como «tejer» diversos relatos.
«Cuando pienso en la palabra tejer, en contraposición a lo que hago normalmente cuando se abordan temas raciales, que consiste con harta frecuencia en luchar, reconozco que tal vez haya llegado el momento de cambiar esta acción por otra», afirmó Anika Prather, profesora de la Universidad Católica de América, sugiriendo que la confrontación podría dar paso a una mayor colaboración.
Basándose en su experiencia como artista, explicó cómo los diferentes materiales, cada uno con sus diferentes texturas y cualidades, crean belleza cuando se entretejen, no a pesar de sus diferencias sino justamente gracias a las mismas.
Esta metáfora de tejer tuvo eco en todos los foros, reflejando cómo el principio bahá’í de unidad en diversidad inspiró el enfoque del simposio. En lugar de buscar la uniformidad, los participantes analizaron la forma en que las diversas experiencias de Estados Unidos podrían entenderse como hilos complementarios dentro de un gran tapiz.
La identidad humana universal como cimiento
Surgió un tema central en torno a ampliar las formas de concebir la identidad más allá de las categorías tradicionales hacia el reconocimiento de la unidad esencial de la humanidad.

Shahrzad Sabet, codirectora del Centro sobre la Modernidad en Transición, aportó un estudio en el que se sugiere que las identidades sociales convencionales, aunque ofrecen cierta seguridad, también crean una inestabilidad persistente porque excluyen de manera intrínseca a otros grupos.
«Una identidad humana universal, a diferencia de todas las demás identidades, no es excluyente ―explicó la doctora Sabet y añadió―: En lo que respecta a la comunidad de seres humanos [...] no posee ningún parámetro de otredad». Afirmó que, solo al «integrar firmemente nuestra identidad estadounidense en el reconocimiento de nuestra unidad esencial como seres humanos, podremos en última instancia liberar la Historia de Estados Unidos de las inestabilidades y exclusiones que la han asolado de continuo».
En los debates se analizó cómo los actuales marcos de justicia racial pueden fortalecer inconscientemente las mismas categorías que se pretenden superar. Sheena Mason, profesora y fundadora de Togetherness Wayfinder, advirtió contra lo que ella denomina la «trampa epistémica de la racialización».
Explico que «muchos relatos imperantes en los Estados Unidos sobre la identidad no son esencias sino meras historias, relatos incrustados en la legislación, la ciencia, los medios de comunicación y la educación. Fueron diseñados para mantener líneas de división y de antagonismo que solo benefician a un pequeño porcentaje de la población».
La doctora Mason subrayó que, aunque la raza es real en sus efectos, no lo es en su esencia: «La trampa es que comencemos a creer que manifiesta una verdad sobre nuestra humanidad. Incluso el hecho de luchar contra esto nos mantiene con frecuencia en este mismo marco». Mason invitó a los participantes a imaginar relatos que trasciendan estos constructos heredados, creando «futuros mejores y realmente humanizadores para todo el mundo».

Como señaló Selvi Adaikkalam Zabihi, de la Oficina de Asuntos Públicos, «el principio decisivo de la fe bahá’í es que somos todos una sola familia humana. Esta es una verdad ontológica [...] y solo podemos prosperar en este planeta en la medida en que podamos manifestar esta realidad subyacente en nuestras vidas de manera individual y colectiva».
Potencialidad individual y responsabilidad colectiva
Daniel Yudkin, director del proyecto Beacon en Más en Común, una organización sin ánimo de lucro, analizó la conexión entre la aceptación del potencial individual y la responsabilidad colectiva.
Estudió la idea de que «todo el mundo posee un don», explicando que la justicia exige que la sociedad proporcione las condiciones necesarias para que cada persona pueda desarrollarse, a la vez que todas tienen la responsabilidad de emplear sus talentos para el beneficio de los demás.
«Mi propio desarrollo no es algo que hago solo para mí mismo, sino también para mi comunidad», explicó el doctor Yudkin, describiendo cómo el desarrollo individual y el progreso social están interconectados.
Relato honesto y verdad histórica
Los participantes debatieron sobre posibles formas de contar historias verídicas sobre el pasado de Estados Unidos que no oculten las realidades dolorosas ni dejan a ningún grupo con un sentimiento de exclusión permanente del futuro de la nación.
Adam Rothman, historiador de la Universidad de Georgetown, planteó este reto: «¿Cómo contar una historia verdadera que también sea unificadora y empoderadora? A veces la historia deja a las personas desilusionadas o con una sensación de impotencia. Así que, ¿cuáles son los relatos consignados en la Historia que podemos narrar para superar este tipo de emociones y transmitir a las personas el sentimiento de que pueden hacer algo para cambiar el mundo?».

En el proyecto Narrar la Historia de Estados Unidos, se ha estado trabajando en lo que los participantes denominaron «un lenguaje que eleva a todos y a todas», desarrollando un vocabulario con el que se reconozcan los males históricos y, a la vez, se atribuya a cada uno un papel constructivo en el progreso. Entre otros, se han incorporado conceptos como «la orientación hacia el aprendizaje» y la idea de «un proceso de crecimiento y de maduración».
Los participantes analizaron qué características podrían definir una sociedad que haya logrado mayores niveles de desarrollo tanto material como espiritual, dejando atrás los modelos adolescentes de competición hacia formas más maduras de responsabilidad colectiva.
Preparativos para 2026
A medida que Estados Unidos se prepara para celebrar su 250 aniversario en julio de 2026, este simposio es una de las diferentes aportaciones de la Oficina de Asuntos Públicos al diálogo nacional sobre la justicia racial.
Rebeca Shoot, coorganizadora del Grupo de Trabajo de Washington para la Corte Penal Internacional, manifestó su agradecimiento por el singular enfoque de la reunión: «A menudo en esta ciudad mantenemos diálogos sobre política, o sobre ideología, pero pocas veces hablamos de la humanidad», declaró.
Ya está en marcha la nueva convocatoria del grupo en los próximos meses para evaluar los progresos y desarrollar nuevas ideas surgidas de este proceso de aprendizaje compartido.

Refiriéndose al simposio, Andrews enfatizó la importancia del relato constructivo como un profundo medio de conexión en una sociedad en la que la fragmentación, la soledad y la polarización están arraigadas.
Inspirándose en los aprendizajes del proyecto Narrar la Historia de Estados Unidos, afirmó: «Compartir tu historia y escuchar atentamente la de los demás es reconocer nuestra interdependencia».
«Las labores destinadas a crear relatos de Estados Unidos honestos y unificadores es el trabajo de toda una generación. Solo entretejiendo maneras de consignar la Historia basadas en la unidad y en la justicia podremos sembrar las semillas de un futuro más cohesionado y verdadero».
El simposio se celebró a solo unos metros del lugar donde ‘Abdu’l-Bahá se dirigió a una multitud reunida en Washington el 24 de abril de 1912 (página 64). Sus palabras en aquella ocasión reflejan los temas analizados por los participantes:
«Una reunión como ésta se asemeja a un racimo de piedras preciosas; perlas, rubíes, diamantes, zafiros. Es una fuente de alegría y deleite. Todo lo que sea conducente a la unidad del mundo de la humanidad es muy aceptable y encomiable; cualquiera sea la causa de la discordia y desunión es triste y deplorable. Consideren el significado de la unidad y armonía».