XIII Convención Internacional: Las consultas infunden una esperanza renovada en el futuro de la humanidad
CENTRO MUNDIAL BAHÁ’Í — La Convención Internacional Bahá’í se clausuró hoy tras varias jornadas de consulta entre los delegados sobre el proceso de desarrollo de capacidad que se está llevando a cabo en todas las comunidades del mundo para contribuir al progreso espiritual, moral y material de las sociedades en las que residen.
Tessa Scrine, miembro del Cuerpo de Consejeros de Australasia que presidió una de las sesiones, afirmó en su alocución de apertura: «La visión que se presenta ante nosotros tiene implicaciones de gran alcance. Cada nación representada hoy aquí y aquellas que no pueden estarlo [...] está aprendiendo a caminar por el sendero de su propio desarrollo».
Ramazan Asgarli de Azerbaiyán destacó las experiencias de una conferencia nacional sobre la convivencia celebrada por el Comité Estatal de Asociaciones Religiosas del Gobierno, inspirada por los debates con la comunidad bahá’í sobre el principio de unidad en diversidad. «Fue la primera conferencia sobre la cohesión social celebrada en nuestro país―afirmó―. Desde nuestra experiencia, el Gobierno propició la celebración de muchas conferencias en el país para analizar temas como, por ejemplo, el servicio desinteresado como fórmula para fortalecer el tejido de nuestra sociedad».
Ballakissa Togola, delegada de Mali, declaró que muchas mujeres de su pueblo luchan contra las dificultades que encuentran para alfabetizarse. Los proyectos bahá’ís se han centrado en gran medida en la promoción de las mujeres. «Hemos organizado reuniones de oración, además de programas de empoderamiento espiritual y moral, que están abiertos a todas las mujeres del pueblo. Estos programas permiten a las participantes mejorar sus habilidades de lectoescritura y algunas de ellas llegan a ser ellas mismas promotoras».
Numerosos delegados, algunos muy jóvenes, enfatizaron la importancia de su trabajo con los jóvenes y el impacto profundo que tiene en las vidas de individuos y de colectividades.
En un momento especialmente emotivo y distendido, un joven delegado tomó la palabra junto con su maestro de clases de niños, que también sirve en la Asamblea Espiritual Nacional de las Islas Marianas. El delegado destacó el papel crucial que su profesor había desempeñado en alimentar su identidad espiritual y promover su compromiso con el servicio, demostrando el poder transformador de los programas educativos bahá’ís.
Carmen Rojas, de Venezuela, habló de los incansables esfuerzos de los jóvenes participantes en las actividades bahá’ís de desarrollo comunitario frente a inmensas dificultades. «Los retos sociales y económicos han provocado un éxodo de personas de Venezuela. Sin embargo, los jóvenes que participan en las actividades de desarrollo comunitario están menos influenciados por esas fuerzas. Han demostrado ser protagonistas con criterio, al emprender proyectos de acción social que dan respuesta a las necesidades y optar por quedarse en el país para contribuir a su futuro».
Alexandra Stepanova, delegada de Moldavia, destacó el poder de las iniciativas locales que hace poco culminaron en el establecimiento de un centro vecinal comunitario. Destacó que la fuerza creativa que lo impulsó ha sido la aparición de espacios de consulta «que permitieron a representantes municipales, padres y jóvenes dialogar sobre cómo trabajar juntos para hacer realidad esta visión». Como resultado del proceso, los niños y los jóvenes han adoptado un mayor sentido de responsabilidad en el mantenimiento del centro, un centro que es el foco de las actividades comunitarias para trabajar por mejorar su entorno.
Numerosos asistentes relataron los notables resultados que pueden producirse cuando las poblaciones comprenden el poder latente en el instituto de formación y asumen la responsabilidad de su crecimiento y desarrollo.
Nava Khorram Ahmad, delegada de Letonia, afirmó que, en un país en el que la juventud se enfrenta a altas tasas de alcoholismo y de drogadicción desde temprana edad, los programas de empoderamiento moral ofrecidos por el instituto de formación bahá’í de su comunidad se han convertido en «espacios seguros». Esos proyectos educativos ―afirmó― «han ayudado a mucha gente joven a responsabilizarse de su propio desarrollo. Estos jóvenes eligen cada mes un tema diferente que estudiar, como el servicio, la salud, la amistad, e infunden en esos espacios sociales un sentido de tranquilidad y paz». Algunos padres, tras reflexionar sobre el desarrollo que observan en sus hijos, están considerando crear espacios similares para ellos mismos.
Judith Watson, de Nueva Zelanda, mencionó una región de aquel país devastada por un ciclón. Un vecindario implicado en las actividades de desarrollo comunitario pudo «movilizarse de manera rápida y efectiva […] para proporcionar apoyo material y espiritual a las familias desplazadas por el ciclón». También señaló que las relaciones que se han consolidado con las autoridades locales a lo largo del tiempo mediante esas actividades han sido fundamentales para una colaboración más efectiva durante la crisis. Hizo hincapié también en que los programas educativos bahá’ís «realzan la capacidad de la gente para reconocer y responder a las necesidades de sus localidades».
Ramón Fumón, delegado de Uruguay, habló sobre la creciente capacidad de las Asambleas Espirituales Locales bahá’ís para inspirar y guiar las iniciativas de las comunidades a las que sirven. «Estas asambleas locales están aprendiendo a estimular el desarrollo de la capacidad de los individuos y de la comunidad a responsabilizarse de su propio desarrollo». La postura de la Asamblea fortalece las relaciones entre los individuos, las comunidades y las instituciones y agencias a nivel local, fomentando un fuerte sentido de colaboración y de apoyo mutuo.
Presidiendo una de las sesiones, Sonlla Maria Heern, miembro del Cuerpo Continental de Consejeros de las Américas, habló sobre «un nuevo modelo de actor social que surge a partir del movimiento de jóvenes que participan en las actividades educativas inspiradas en las enseñanzas bahá’ís». Estos jóvenes ―afirmó Heern― están imbuidos de una fuerte identidad espiritual que los prepara para «resistir las influencias de una sociedad en declive y les anima a ser protagonistas valientes e inteligentes del mejoramiento de la sociedad».