LONDRES — En la última Cumbre Interreligiosa de la Juventud celebrada en Londres se puso de relieve un nuevo enfoque del discurso sobre el clima, que va más allá de las consideraciones puramente técnicas e integra principios morales y espirituales, fomentando un sentido de responsabilidad colectiva que trasciende las generaciones.
La cumbre reunió a unos sesenta jóvenes de diversas confesiones religiosas para analizar las dimensiones más profundas de la acción en favor del clima.
Organizada por el Foro de Fe y Creencias y la Facultad de Economía de Londres, la cumbre contó con debates moderados por la Oficina Bahá’í de Asuntos Públicos del Reino Unido.
«Los retos climáticos suelen plantearse principalmente como problemas técnicos que requieren intervenciones políticas», declaró Maria Pavlou, de la Oficina, en su discurso inaugural del Taller Nacional de la Cumbre.
«Sin embargo», continuó, «abordar estos problemas en su origen requiere reconocer nuestra interconexión inherente».
Pavlou hizo hincapié en el principio bahá’í de la unidad de la humanidad, refiriéndose a la metáfora de Bahá’u’lláh que describe a la humanidad como «los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama».
«La unidad de la humanidad no es solo un noble ideal, es un hecho fundamental de nuestra existencia», afirmó Pavlou.
Como explicó Pavlou, esta perspectiva permite que los problemas medioambientales, tales como las frecuentes inundaciones invernales que asolan la región inglesa de Midlands, la pérdida de hábitats de vida salvaje y el acelerado consumo de energía, no se perciban como desafíos aislados, sino como responsabilidades compartidas que reflejan nuestra profunda interconexión.
Pavlou señaló que los jóvenes suelen encarnar, en gran medida, cualidades como «el idealismo, la energía, un agudo sentido de la justicia y la búsqueda sincera de la verdad, que son esenciales para una profunda transformación social».
Los participantes del taller analizaron el modo en que los jóvenes, cuando se los empodera y se los considera protagonistas activos en lugar de receptores pasivos, pueden impulsar eficazmente el cambio social.
«Los jóvenes no son problemas que haya que resolver, sino “fideicomisarios de la comunidad” con un profundo anhelo de desempeñar papeles importantes en la sociedad», declaró Pavlou.
En el centro de los debates estuvo la consulta, un principio y método de las enseñanzas bahá’ís considerado como fundamental para superar las discrepancias y fomentar la armonía. Los participantes reconocieron que la verdadera consulta va más allá del mero diálogo y exige respeto mutuo y apertura, especialmente cuando se afrontan las emociones difíciles o puntos de vista divergentes que suscitan frecuentemente los debates sobre el cambio climático.
En la cumbre también se estudió el principio de la armonía entre ciencia y religión como guía para atajar el cambio climático. La ciencia aporta conocimientos técnicos indispensables, y la cumbre subrayó el papel fundamental de las convicciones espirituales y de la valentía moral a la hora de traducir los conocimientos en acciones provechosas.
Una de las conclusiones de los debates fue que, al poner a prueba las ideas mediante acciones concretas a nivel local y aprender sistemáticamente de qué manera principios como la justicia, la consulta bahá’í y la unidad de la humanidad pueden aplicarse a la acción por el clima, las comunidades generan pruebas que pueden moldear progresivamente las políticas públicas, permitiendo que los enfoques exitosos se amplíen y se adopten como práctica común. Los participantes señalaron que este flujo continuo de conocimientos del ámbito local al nacional es indispensable para afrontar retos complejos.
Al hablar sobre sus experiencias, los jóvenes expresaron un profundo sentido de la responsabilidad, no solo frente a las circunstancias actuales, sino también hacia las generaciones pasadas y futuras, lo que pone de relieve la capacidad de los jóvenes para prever transformaciones a largo plazo y, al mismo tiempo, actuar con decisión en el presente.
«Cuando nos reconocemos a nosotros mismos como parte de una historia de la humanidad que no cesa de desarrollarse —comentó Pavlou—, dejamos de ver la acción climática como una mera resolución de problemas y la adoptamos como el cumplimiento de nuestro propósito espiritual de ayudar al avance de la civilización».