Superar las diferencias mediante un lenguaje unificador
BRUSELAS — En un reciente debate del Parlamento Europeo, la oficina de la Comunidad Internacional Bahá’í (CIB) en Bruselas lideró un análisis sobre cómo las instituciones y los actores de la sociedad civil pueden impulsar un lenguaje que respete la diversidad y que promueva una identidad conjunta. Este debate surge en un momento en el que la cuestión de la identidad y la pertenencia ocupa un lugar destacado en los discursos prevalecientes en toda Europa.
El debate, al que asistieron alrededor de 40 legisladores y representantes de la sociedad civil, fue presentado por Julie Ward y Samira Rafaela, dos miembros del Intergrupo del Parlamento Europeo Lucha contra el Racismo y Defensa de la Diversidad (ARDI, por su sigla en inglés) y presidido por la oficina de la Comunidad Internacional Bahá’í en Bruselas.
La Sra. Ward manifestó su calurosa acogida de este debate, que brindaba la oportunidad de plantear estos temas desde una nueva perspectiva e insistió en el poder del lenguaje como herramienta para o bien promover la cohesión o incitar a la división.
«Deberíamos considerar la diversidad como un factor unificador —dijo la Sra. Rafaela—, no obstante, ¿cómo abordamos esto a través del lenguaje? Necesitamos crear un lenguaje que sea respetuoso con la gente en lugar de que culpabilice a los demás. ¿Cómo desarrollar un lenguaje que promueva un sólido sentido de lealtad hacia toda la humanidad?».
En un documento preparado para la ocasión y distribuido entre los participantes de la reunión, la oficina de la Comunidad Internacional Bahá’í destacaba que gran parte de la reflexión sobre el lenguaje se ha dirigido hacia la celebración de la diversidad y la promoción de la convivencia pacífica. El lenguaje refleja las actitudes hacia los demás y moldea los pensamientos. La Comunidad Internacional Bahá’í sugiere que, si bien es esencial disponer de un lenguaje que respete las diferencias, el poner demasiado énfasis en esto último puede afianzar las nociones de “nosotros y ellos”, nociones que deben quedar atrás.
El debate, pues, se centró en cómo las instituciones y los actores sociales pueden abordar la raíz del problema: que si bien la celebración de la diversidad y la defensa de la convivencia suponen un paso hacia adelante, se necesita de una identidad compartida para delinear el camino hacia sociedades armoniosas.
Pascal Jossi, representante de una agencia que ayuda a empresas e instituciones a crear culturas organizativas inclusivas, expuso cómo el lenguaje utilizado para describir las diferencias entre la gente puede conducir a un sentido de otredad. «No se trata de encontrar la mejor categoría donde emplazar a alguien —comentó—, sino de construir una nueva realidad en la que todo el mundo se sienta bienvenido».
El Sr. Jossi compartió su experiencia como descendiente de padres cameruneses, nacido en Bélgica y criado en Luxemburgo, y cómo en cada uno de esos países se sintió aludido con términos que le apartaban de la mayoría. «Este tipo de tensión continuará dándose —afirmó—, hasta que remodelemos nuestras interacciones. No creo que añadir o quitar palabras específicas de nuestro vocabulario haga del lenguaje un catalizador para crear una sociedad inclusiva; tenemos que examinar qué actitudes y supuestos subyacen en la forma en la que hablamos unos con otros para que podamos comenzar a conversar de una manera que construya confianza y unidad».
«Estamos aprendiendo a hablar en formas que nos permitan establecer relaciones interdependientes y cooperativas —declaró Mathieu Marie-Eugénie, al describir su experiencia como facilitador en el área de París de talleres para jóvenes que promueven la convivencia y la cooperación a través de la poesía y la expresión artística—. En un ambiente de confianza y de amabilidad, podemos decirnos a nosotros mismos “Soy una persona que pertenece a la humanidad”, o en lenguaje poético, “Soy una gota, soy una parte del océano”».
«Más allá de nuestras identidades individuales —afirmó Rachel Bayani, representante de la Comunidad Internacional Bahá’í, en su intervención en el foro—, necesitamos concebir una identidad compartida y global que una, que esté basada en la comprensión de que la humanidad es una y que todos los pueblos del mundo son parte de la misma familia humana. Este aspecto es fundamental si la escisión de la humanidad en grupos antagónicos ha de abrir paso a mayores grados de unidad y si las abundantes manifestaciones de la diversidad han de incorporarse de manera constructiva al tejido de la vida social».