El destacado papel de los docentes sale a la luz en tiempos de crisis
BANGUI, República Centroafricana — El acceso limitado a la red en varias regiones del mundo no ha impedido que algunos educadores prosigan con la educación formal durante la pandemia. Las escuelas comunitarias de inspiración bahá’í en estas zonas han encontrado formas creativas para adaptarse a las actuales circunstancias y servir a las necesidades educativas de sus estudiantes.
Judicaël Mokolé de la Fundación Nahid y Hushang Ahdieh, institución que financia las escuelas comunitarias de la República Centroafricana, afirma que «Estas escuelas nacen de la voluntad de la población local (padres y profesores) de ofrecer un alto nivel de educación a sus hijos, integrando elementos académicos y espirituales y educándolos para contribuir al progreso de su sociedad. Estas escuelas están íntimamente ligadas a la vida de la comunidad y han sido instituciones importantes para ayudar a la gente en estas circunstancias».
Clément Feizouré, director de la organización de inspiración bahá’í, añade: «La comunidad siente que la escuela les pertenece. Nuestra organización ayuda a desarrollar la capacidad de enseñanza y administración, pero los miembros de la comunidad tienen control sobre la dirección, los recursos y el programa educativo de la escuela. Han seguido desempeñando esta responsabilidad durante estos tiempos difíciles».
Las clases se desarrollan en los hogares de los padres con un número limitado de niños, tal y como permiten las actuales medidas sanitarias en el país. Se están formando nuevos maestros voluntarios para garantizar que cada pequeño grupo de familias tenga a alguien que pueda ayudar a los estudiantes con la escritura, la lectura y las actividades de aritmética, junto con las lecciones sobre temas espirituales.
Mokolé comenta: «El planteamiento de las escuelas descentralizadas abre puertas insospechadas. Nos ha dado la posibilidad de ayudar a los padres a aumentar su comprensión de los principios y destrezas educativas, que es algo esencial, puesto que el hogar es el principal escenario para la educación de los niños».
Un principio bahá’í que subyace en este tipo de escuelas es que las comunidades locales pueden ser protagonistas en la educación de sus hijos. Con este sentido de pertenencia, las comunidades se han comprometido en el mantenimiento de los programas educativos durante la pandemia al tiempo que se respetaban las medidas de seguridad dispuestas por sus Gobiernos. En Indonesia, donde las clases presenciales han tenido que suspenderse, los profesores de las escuelas comunitarias han acudido a los hogares de sus estudiantes para entregar y recoger los deberes.
En otros lugares, las familias han puesto sus recursos en común para ayudar a los maestros de forma que estas escuelas comunitarias pudiesen continuar en funcionamiento durante este período de estrechez económica. En Malawi, por ejemplo, los padres han ofrecido a los maestros productos de sus granjas. Algunas familias han cultivado los terrenos de los maestros mientras estos se ocupaban de sus clases.
Andrew Nhlane, coordinador nacional de las escuelas comunitarias con la Fundación Bambino de Malawi, comenta: «Ya que son los padres los que han seleccionado a los maestros de sus hijos, desde un principio ha existido confianza entre ellos. Por eso, en la situación actual, desean continuar apoyando a los maestros».
En la ciudad de Kalchini, en Bengala Occidental (la India), las relaciones de confianza que se establecen entre padres y maestros en estas escuelas se extienden más allá de las actividades en el aula. Cuando una organización buscaba voluntarios en el pueblo para distribuir alimentos, los residentes pidieron que los maestros de las escuelas comunitarias ayudasen, alegando que ellos repartirían los suministros con equidad.
En otra región del país, Machasana Koijam, que trabaja con una escuela comunitaria de Langathel (Manipur), comenta:
«Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que uno de los mayores servicios que podemos ofrecer es la educación de los niños. Los padres son sabedores de los sacrificios que los profesores realizan, especialmente ahora, para educar a sus hijos en las ciencias y en los asuntos espirituales de manera que puedan desarrollar un buen carácter y ser una luz para el mundo».