«El templo bahá'í fue un proyecto comunitario. Gran número de voluntarios trabajaron en este proyecto, de manera similar a cómo funciona un proyecto comunitario en un pueblo pequeño, pero aquí fue a escala mundial», explica Diarmuid Nash, un reconocido arquitecto canadiense y presidente del jurado. «Pero el templo ha trascendido a la comunidad –prosigue–. Ilustra los principios de la Fe bahá'í, a saber, que todas las personas son iguales y que todos pueden venir aquí a reflexionar y a regenerarse. Su impacto ha sido tal que ha tenido repercusiones más allá de la comunidad y ha atraído a un número creciente de personas de todas las condiciones sociales».