Tras la catástrofe, los jóvenes lideran la reconstrucción en Vanuatu
TANNA, Vanuatu — Diez meses después de que el ciclón Pam devastara Vanuatu, en la isla de Tanna se han realizado extraordinarios progresos hacia su recuperación, con los jóvenes en el núcleo del proceso.
Tanna se encuentra en el Océano Pacífico Sur en el archipiélago que forma la República de Vanuatu. Es uno de los cinco lugares del mundo en los que pronto se levantarán las primeras Casas de Adoración bahá'ís locales.
En la última década, los bahá'ís y sus compatriotas isleños han estado trabajando para fortalecer la trama de la vida comunitaria allí. En las aldeas de toda la isla, la adoración colectiva se ha convertido en parte del modo de vida habitual. Los bahá'ís han sido testigos de un aumento de la armonía social y la cooperación entre los diferentes grupos. Las barreras que anteriormente habían dividido a la gente han ido desapareciendo gradualmente. E impulsados por el apoyo de los jefes de las aldeas, los jóvenes de la comunidad han encontrado en los últimos años los medios para contribuir al mejoramiento de su sociedad a través de una serie de proyectos prácticos.
En marzo de 2015, la isla de Tanna fue devastada por el ciclón Pam, un ciclón tropical con vientos de hasta 320 km/h.
«Nuestras casas fueron arrasadas una a una —explicó una madre del pueblo de Tumah Mine—. Decidimos refugiarnos en la escuela de la vecina aldea. Tuvimos que caminar alrededor de un kilómetro. Iba a ser una caminata muy peligrosa, ya que caían muchas ramas y árboles grandes y los objetos volaban por todas partes.
«Recé y pedí a Bahá’u’lláh que por favor nos protegiera, especialmente a nuestros hijos. A veces tuvimos que correr, otras nos arrastramos, y otras veces nos echamos al suelo».
A pesar del impacto catastrófico del ciclón Pam en la isla de unas treinta mil personas, que no solo destruyó casas, edificios y carreteras, sino que también diezmó la agricultura local, sorprendentemente hubo pocas víctimas mortales.
El director del Servicio de Inmigración de Vanuatu, Henry Tamashiro, un bahá'í de la capital nacional, Port Vila, ha seguido muy de cerca los acontecimientos de Tanna y se ha sorprendido mucho por la respuesta de la población, durante y después de la tormenta.
Al describir las prioridades de la comunidad en el período inmediatamente posterior a la tormenta, explica: «Trataron de reconceptualizar el significado de “fase de socorro” y “fase de reconstrucción” a la luz de lo que habían aprendido sobre la construcción de la comunidad.
»Llegaron a la conclusión de que la respuesta al ciclón no podía consistir únicamente en la construcción de estructuras. Lo más importante para la comunidad era asegurarse de que la educación de los niños y jóvenes no se interrumpiera».
La primera prioridad entonces, explica el Sr. Tamashiro, era reconstruir los edificios que habían albergado las clases para los jóvenes. Esas instalaciones también se utilizarían para alojar a los miembros vulnerables de la comunidad.
El Sr. Tamashiro hace hincapié especialmente en el papel fundamental que los jóvenes han desempeñado durante y después de la tormenta. Un año y medio antes del ciclón Pam, unos seiscientos jóvenes de Tanna asistieron a una conferencia en Puerto Vila organizada por la comunidad bahá’í. Se unieron a más de mil jóvenes de varias islas del Pacífico. El Sr. Tamashiro atribuye a la conferencia el haber reforzado un alto sentido de propósito entre los jóvenes y haberlos orientado hacia el servicio para el mejoramiento de sus comunidades.
Después del ciclón, este sentido de propósito se manifestó con un gran resultado. Mientras la tormenta rampaba por toda la isla, los jóvenes de la aldea de Namasmetene, al ver que casi todas las casas habían volado, ayudaron a llevar a los niños y a los ancianos a una escuela donde se refugiaron los habitantes de la aldea.
«Demostraron un espíritu de altruismo al ayudar a los demás, asegurándose de que todos estuvieran a salvo. […] Encendieron fuegos para asegurarse de que todos estuvieran abrigados y secos y todos recibieran alimento. No se preocuparon solo de sus propias familias, sino que cuidaron de todos —afirmó la Sra.Naiu, una bahá’í de la aldea—. Muchas familias todavía les dan las gracias. Dicen que de no haber sido por su ayuda, no habrían sobrevivido».
La gente de la isla ha demostrado un fuerte sentimiento de apropiación y participación en su propia recuperación. Por ejemplo, al hablar del impacto en la agricultura local, Iala Jacob, fundadora y presidenta de una cooperativa local de productores de café que sigue el modelo de los principios bahá’ís, explica:
«El ciclón destruyó la mayoría de las plantaciones de café. Poco después del ciclón, la Junta de nuestra cooperativa se reunió y decidió crear un vivero y plantar 36 000 plántulas de café. […] Pronto distribuiremos las plántulas de forma gratuita entre los agricultores».
El Sr. Jacob espera que haya suficiente cantidad de plántulas para cubrir unas 22 hectáreas de tierra de cultivo y que ayude a los caficultores a salir adelante después de la devastación de la tormenta.
Con el proceso de reconstrucción, la comunidad se ha visto impulsada a reevaluar sus prácticas de construcción y a aprender a aprovechar mejor los materiales locales. En agosto de 2015, los bahá’ís de Tanna comenzaron a reconstruir un centro en Nakayelo que había sido destruido por el ciclón. Este lugar había sido un importante centro de actividad.
Unos 20 jóvenes de la localidad trabajaron junto con un arquitecto de Papúa Nueva Guinea para diseñar y comenzar la construcción de cuatro edificios en el lugar. Como parte de estos trabajos, también comenzaron a experimentar con materiales de construcción viables que se pudieran encontrar en la zona.
«La finalidad de estos experimentos es aprender sobre prácticas de construcción sostenible utilizando recursos del entorno», declaró Henry Lape, el arquitecto que estaba ayudando en el proyecto. Añadió que el grupo de jóvenes continuaría un proceso de aprendizaje, experimentación y construcción tras su marcha.
Reflexionando sobre el proceso de reconstrucción en la aldea de Namasmetene, la Sra. Naiu señala: «Estos proyectos animaron a los miembros de la comunidad a levantarse y hacerse cargo del proceso de reconstrucción en lugar de esperar a un organismo de ayuda. Sabíamos que no debíamos depender de la ayuda externa, sino que debíamos hacernos cargo de nuestro propio desarrollo».
Lejos de desviar a la comunidad de su curso, el ciclón ha servido para reforzar su compromiso con el progreso de su pueblo, explica Henry Tamashiro. Y tras la tormenta, en medio de todo el trabajo de reconstrucción, hay un gran entusiasmo por la Casa de Adoración que pronto se erigirá para toda la isla.
El Sr. Tamashiro atribuye la inspiradora respuesta del pueblo de Tanna a su confianza en la Voluntad Divina, incluso ante un desastre natural tan grave que sigue afectando sus vidas tantos meses después.
«Todo lo que dicen es “Gracias a Dios”. Agradecen a Dios por salvar sus vidas y las vidas de sus hijos. Para ellos, todas las cosas materiales que han perdido son secundarias».