CIB NUEVA YORK — Las Naciones Unidas acaban de clausurar la histórica Cumbre del Futuro, una reunión convocada por el secretario general de la ONU, António Guterres, para resolver los acuciantes desafíos mundiales y trazar el camino hacia un mundo más pacífico y sostenible. Este acontecimiento de alto nivel estuvo precedido por dos días de implicación de la sociedad civil conocidos como las «Jornadas de Acción», que formaron parte integral de una labor más amplia para fortalecer la cooperación internacional y crear consenso en torno a los problemas mundiales actuales así como los incipientes.

La implicación de la Comunidad Internacional Bahá’í (CIB) en estas Jornadas de Acción, que se desarrollaron en la sede de Naciones Unidas, fue destacada y variopinta. La CIB organizó o copatrocinó catorce actos oficiales paralelos, colaboró con numerosas Misiones gubernamentales y agencias de la ONU; los representantes de la CIB presentaron o bien moderaron una decena de actos convocados por otras organizaciones.

En todas estas actividades, la Comunidad Internacional Bahá’í se centró en la necesidad de situar la interdependencia de la humanidad en el centro de los sistemas de gobernanza mundial.

Durante su participación en las Jornadas de Acción y en los actos asociados, la Comunidad Internacional Bahá’í analizó una cuestión fundamental: ¿Qué tipo de futuro prevé la humanidad para sí misma y qué pasos se deben dar para que ese futuro se haga realidad? La CIB hizo hincapié en que el logro de una paz duradera exige un giro drástico en la conciencia de la humanidad, por el que se reconozca la unicidad esencial de la familia humana.

El reconocimiento de la identidad compartida de la humanidad, sugería la Comunidad Internacional Bahá’í, tiene implicaciones de gran calado para los enfoques de la gobernanza mundial y las relaciones internacionales.

Daniel Perell, representante de la Oficina de Nueva York de la Comunidad Internacional Bahá’í, profundizó en el concepto de identidad compartida en un acto de la CIB: «La interdependencia de la humanidad exige que las identidades históricamente delimitadas (ya sean definidas por la nación, la religión o la raza) dejen paso a un reconocimiento más amplio de nuestra humanidad compartida como identidad primordial. Podemos preguntarnos: “¿Cómo serían nuestras políticas y nuestros sistemas si realmente incorporasen esta interdependencia?”».

Perell explicó además que el reconocimiento de nuestra humanidad compartida exige un replanteamiento de la gobernanza mundial, basado en principios como la justicia y la unidad. Y subrayó que «debe surgir un nuevo enfoque, en el que la dignidad de todo individuo pueda encontrar su expresión plena y el potencial de todos los pueblos pueda hacerse realidad».

Guy Ryder, secretario general adjunto de Políticas de la ONU, reconoció la importancia de este empeño en su discurso de apertura en un foro organizado por la Comunidad Internacional Bahá’í: «Creo que no existe mejor lugar para comenzar las Jornadas de Acción y la Cumbre del Futuro que aquí. Las personas, las organizaciones y quienes os acompañan han sido tan decisivas, tan ejemplarizantes a la hora de hacer anvanzar este proceso».

A continuación se ofrecen algunos puntos destacados de la participación de la delegación de la Comunidad Internacional Bahá’í en los debates y actos de la Cumbre del Futuro.

La CIB organizó un acto con el título Espacio para el optimismo: Un prerrequisito para el éxito en tiempos arduos, en la sede de la ONU, que reunió a representantes de los Estados miembros, funcionarios de la ONU y actores de la sociedad civil para analizar las raíces y el papel del optimismo a la hora de afrontar los retos mundiales, a la vez que se promueve una visión esperanzadora del futuro de la humanidad.

Durante el acto Espacio para el optimismo organizado por la Comunidad Internacional Bahá’í, se proyectó un vídeo de cinco minutos, producido en colaboración con la Fundación Budista Tzu Chi. El vídeo incluye comentarios de Liliane Nkunzimana, representante de la CIB.

La Comunidad Internacional Bahá’í y la Coalición para la ONU que necesitamos copatrocinaron un acto titulado Más allá de septiembre: tras la Cumbre del Futuro, en las oficinas de Nueva York de la CIB. Al debate se incorporaron Paula Narváez Ojeda, embajadora de Chile ante la ONU; Guy Ryder, secretario general adjunto de Políticas y María Fernanda Espinosa, directora general de GWL Voices. Perell (arriba izquierda), que actuó como moderador en el encuentro, destacó el papel que la Cumbre del Futuro puede ejercer a la hora de fortalecer la confianza dentro de la ONU.

Durante ese acto, la Comunidad Internacional Bahá’í proyectó también un vídeo de producción propia de ocho minutos, en el que se incluían planteamientos novedosos por parte de varios jóvenes de comunidades bahá’ís de todo el mundo sobre el potencial de la Cumbre para promover una nueva comprensión de la responsabilidad colectiva y de un mundo más pacífico.

En vísperas de la Cumbre del Futuro, el Foro de Gobernanza Mundial y la Comunidad Internacional Bahá’í organizaron conjuntamente un acto titulado Una segunda Carta de las Naciones Unidas: Modernizar la ONU para una nueva generación.

Tras el acto, Bani Dugal (derecha), representante principal de la Comunidad Internacional Bahá’í ante las Naciones Unidas, compartió una reflexión sobre la importancia de la Cumbre: «Aunque es incuestionable que se han realizado grandes progresos en las últimas décadas, la escala y complejidad de los retos mundiales están relegando rápidamente a un segundo lugar a los sistemas creados para responder a ellos. La Cumbre representa una oportunidad importante para que la humanidad progrese en el camino hacia el futuro que desea».

La participación de la Comunidad Internacional Bahá’í en la Cumbre incluyó una declaración con el título A la vanguardia: El papel de la juventud en una sociedad mundial en continuo progreso, en la que se destaca el enorme potencial de los jóvenes para promover la transformación de la sociedad.

La Comunidad Internacional Bahá’í organizó un encuentro de jóvenes, en el que se les invitó a compartir sus puntos de vista sobre lo que se puede lograr durante la Cumbre y tras ella.

Una foto grupal de los participantes en el encuentro de jóvenes.

En un encuentro para jóvenes organizado por la Comunidad Internacional Bahá’í, Cecilia Schirmeister de la Oficina de Nueva York de la CIB declaró: «Pudimos escuchar muchos comentarios interesantes sobre la importancia de la empatía en la forma de interactuar con los demás y sobre la necesidad de ampliar nuestro sentido de identidad a un colectivo más amplio: ver el bienestar de la humanidad ligado al nuestro propio».

Durante las Jornadas de Acción, y coincidiendo con el Día Internacional de la Paz, la CIB co-organizó un acto paralelo para analizar el papel de la Asamblea General como complemento de la labor del Consejo de Seguridad. Este acto paralelo fue organizado junto con las Misiones Permanentes de Portugal, Costa Rica, Ecuador, Liechtenstein y el Centro de Investigación Política de la universidad de la ONU. Nkunzimana (derecha), quien moderó el acto, declaró: «Es evidente que la lucha por una paz duradera continúa siendo una prioridad clave para innumerables personas, una paz basada no solo en la ausencia de violencia, sino en un verdadero florecimiento de las comunidades».

Participantes en el acto paralelo.

La reunión comenzó con el discurso de apertura de S.E. Philémon Yang, presidente del 79º periodo de sesiones de la Asamblea General: «La paz no solo reviste una importancia capital en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, sino que subyace en el corazón mismo de la ONU.

»La promoción de la paz es la piedra angular del tema que he escogido para este 79º periodo de sesiones de la Asamblea General. La unidad en diversidad, para la promoción de la paz, el desarrollo sostenible y la dignidad humana para todos en todos partes».

Entre las aportaciones de la Comunidad Internacional Bahá’í a la Cumbre se encuentra la publicación de una declaración con el título *Abrazar la interdependencia: Bases para un mundo en transición*, que destaca la obligación de la comunidad internacional de emplazar la interdependencia de la humanidad en el centro mismo de los sistemas de gobernanza mundial.