La presencia de numerosos jóvenes contribuyó notablemente a la animada atmósfera de la celebración. Un joven, Lasse, comentó: «Siempre que vengo a la Casa de Adoración siento la unidad de la familia humana. No existe ningún sentimiento de separación por la procedencia de cada persona: se acoge a todo el mundo calurosamente y te sientes cómodo, no como un extraño. Rara vez se encuentra este hermoso sentimiento en la sociedad».