El cambio social centra las conversaciones de jóvenes universitarios
CENTRO MUNDIAL BAHÁ'Í — En un momento como el actual de aguda incertidumbre, los jóvenes se han visto asediados por multitud de preguntas sobre el rumbo que toma el mundo y su lugar en él. Para ayudar a los jóvenes universitarios a buscar respuestas a estas preguntas, el Instituto de Estudios sobre Prosperidad Global (ISGP por su sigla en inglés) ha creado espacios para que se reúnan en debates programados.
Un participante de Canadá afirma: «Al identificar conceptos espirituales pertinentes como la unidad y la justicia, nuestros debates nos ayudan a reflexionar sobre la situación actual y a adquirir nuevos puntos de vista».
Estos encuentros, realizados en su mayor parte en formato telemático, complementan el programa de cuatro años de seminarios que ofrece el ISGP a los jóvenes universitarios, quienes aprovechan la oportunidad para reexaminar muchos de los conceptos e ideas estudiados en estos seminarios a la luz de la pandemia y de sus acciones para servir a la sociedad en un momento como este.
«Uno de los conceptos que ha aportado cierta claridad a nuestro análisis de la situación actual procede de las enseñanzas bahá’ís, que declara que la humanidad va a alcanzar su madurez colectiva, cuando su unidad esencial sea reconocida y se traduzca en nuevas estructuras sociales. Este movimiento hacia la madurez implica tanto el proceso de desintegración como de integración. Pero si solo vemos la desintegración, entonces no tendremos una imagen certera y nos faltará esperanza. Con estos debates aprendemos a detectar los progresos, por sutiles que sean, y a pensar en las formas de contribuir a nuestra sociedad», comenta un participante de Francia.
Con independencia del país en que residan, la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto tanto a los participantes como a sus congéneres la necesidad de replantearse la relación entre el individuo y la sociedad.
Un participante de Francia declara: «Muchos vuelven a plantearse los conceptos habituales de qué significa ser un buen ciudadano y las ideas en torno al “contrato social”. El no hacer daño a los demás simplemente no es suficiente. Reconocer nuestra unidad esencial y hacerla realidad implica algo mucho más grande».
«La crisis sanitaria ha dejado al descubierto en mayor grado las desigualdades que existen en nuestra sociedad y ha puesto de manifiesto la responsabilidad que todos tenemos hacia quienes nos rodean», declara otro participante.
Un estudiante de Rusia afirma: «Se necesitan nuevos conceptos que se basen en la unidad orgánica de la humanidad, en la nobleza del alma humana y en el doble propósito moral del individuo: desarrollar sus potencialidades innatas y contribuir a la transformación de la sociedad».
Estos debates llevan a los participantes a analizar en profundidad la relación entre la ciencia y la religión, en particular cómo la ciencia y la religión —siendo sistemas de conocimiento y de práctica en evolución— pueden trabajar juntas para erradicar los prejuicios y las supersticiones y promover el progreso humano.
Un participante de Brasil afirma: «Gran parte de la información que se propaga por las redes sociales sobre el virus crea confusión. Si empleamos la ciencia como medio para investigar el mundo, entenderemos los métodos y las herramientas con las que se sacan conclusiones sobre la realidad. La religión nos ayuda a considerar cómo los principios espirituales, como la justicia y la interconexión de la humanidad, se pueden aplicar a temas como la desigualdad económica que se ha exacerbado durante la pandemia».
Un facilitador de la República Centroafricana detalla las actividades de los participantes para ofrecer a sus comunidades información fidedigna sobre la crisis sanitaria.
«La acción unificada, guiada tanto por la ciencia como por la religión, es necesaria para encontrar soluciones a la pandemia. Estamos aprendiendo cómo apoyarnos en la ciencia —informándonos de lo que los científicos del mundo dicen sobre la pandemia, consultando entre nosotros para sopesar toda nueva información— para ayudar a nuestras familias y vecinos a disipar la desinformación que nubla el pensamiento de la gente y siembra la confusión, el miedo, la desesperanza y el prejuicio. Al mismo tiempo, tenemos la guía de los conceptos estudiados en las enseñanzas bahá’ís, especialmente la comprensión de que toda la humanidad es como un solo cuerpo y todo lo que afecte a una nación afectará a cualquier otra».
Los participantes en los encuentros han subrayado el cuidado y sabiduría necesarias en el uso de las redes sociales para tratar la actual crisis sanitaria. Un participante de la India afirma: «Hay conversaciones en línea sobre la pandemia que en apariencia son de carácter progresista y atraen a los jóvenes preocupados por la transformación de la sociedad. Pero en algunas hay corrientes políticas partidistas que rápidamente se traducen en debates acalorados que conducen a la discordia».
Otro participante de la India comenta: «La manera en la que expresamos nuestros pensamientos e ideas, combinando un lenguaje que analiza de forma crítica nuestra realidad social con la esperanza y las posibilidades, ha sido más necesaria si cabe durante la pandemia».
En el proceso de reflexión sobre los conceptos e ideas tratados en estos encuentros, los jóvenes universitarios identifican conversaciones constructivas en su entorno en las que pueden participar con sus compañeros y el resto de la sociedad, como es el caso del papel de la religión en la sociedad, la educación intelectual y moral de los niños y de los jóvenes, y la dimensión material y espiritual de la verdadera prosperidad.
Si bien reconocen la importancia de contribuir al discurso público en distintos ámbitos sociales, los participantes también valoran la posibilidad de realizar un cambio social a nivel comunitario.
Un participante de Rusia comenta: «Pensar en cómo cada uno de nosotros puede cambiar la sociedad es muy complejo. Sin embargo, podemos ver el cambio en los esfuerzos de la gente que actúa junta en un vecindario o a nivel local y en sus profesiones. Podemos saber más del servicio y la cooperación en estos niveles».
«Un desafío pendiente es que muchos barrios urbanos son extensos, del mismo tamaño que una ciudad pequeña. Pero la pandemia ha encogido nuestro espacio y nos ha hecho ver a nuestros vecinos de forma distinta. La gente que vive en edificios de apartamentos se ayuda unos a otros y nos han ofrecido una ventana a lo que puede ser la vida comunitaria a pequeña escala y cómo podemos construir unidad en escenarios diferentes».
Estos debates ofrecen esperanza a los participantes, ayudándoles a resistir los efectos desalentadores de las fuerzas de desintegración de la sociedad y a ver cómo pueden alinear sus esfuerzos con las fuerzas de integración que están impulsando a la humanidad hacia un futuro brillante.
Haciéndose eco de los sentimientos de muchos de los participantes en estas conversaciones, un participante de la India comenta: «Estos no son momentos para dejar pasar el tiempo, esperando una vuelta a la llamada “normalidad”. En este momento, hay mucho que hacer si queremos contribuir de una manera constructiva».