Promoviendo la autosuficiencia: FUNDAEC impulsa la producción local de alimentos
CALI, Colombia — Conforme la pandemia se apoderaba de Colombia, muy pronto la incertidumbre cayó sobre muchos aspectos de la vida. FUNDAEC, una organización colombiana de inspiración bahá’í, al comprender que la crisis tendría consecuencias a largo plazo, estudió cómo podría ofrecer un servicio práctico a la sociedad en un momento de extrema necesidad.
Leslie Stewart, directora ejecutiva de FUNDAEC, explica cómo la organización centró rápidamente su atención en apoyar las iniciativas locales de producción de alimentos. «La economía del país se ha visto gravemente afectada, con más de diez millones de personas desempleadas en la actualidad. Dada la situación, la producción de alimentos, que es un elemento de nuestros diferentes programas educativos orientados al desarrollo, se convirtió en un tema crucial al inicio de la pandemia. Desde marzo, FUNDAEC se ha centrado en cuatro grandes áreas en su promoción de proyectos que tienen como objetivo la autosuficiencia alimentaria: la creación de huertos domésticos, el cultivo de parcelas agrarias más extensas, el procesamiento de alimentos y su distribución y comercialización».
FUNDAEC (Fundación para la Aplicación y Enseñanza de las Ciencias) se fundó en Colombia en 1974 y se ha dedicado durante más de cuarenta años a desarrollar capacidad en las personas para que contribuyan al bienestar de sus sociedades. En esta empresa más reciente, aprovechó décadas de experiencia y de investigación en el campo de la producción de alimentos para crear talleres telemáticos, que ayudaron a las personas a aprender diferentes aspectos de la agricultura como la selección de semillas, la salud del suelo, la gestión de plagas y enfermedades y la recolección.
Stewart describe que la estrategia de desarrollo por parte de FUNDAEC se inspira en los principios bahá’ís de armonía entre la ciencia y la religión, la unidad de la humanidad y el servicio abnegado a la sociedad. «En nuestros esfuerzos por contribuir al progreso social, en sus dimensiones tanto materiales como espirituales, creemos que debe existir un diálogo entre la ciencia y la religión. La agricultura desempeña un papel crucial en la construcción de la civilización. Es fundamental para los procesos de la vida comunitaria y debería beneficiarse de los conocimientos que se encuentran tanto en la religión como en la ciencia.
Sin embargo, el materialismo, que ha predominado en el desarrollo de los sistemas agrícolas, no ha sido capaz de generar prosperidad para todos, y la cuestión de la alimentación se ha convertido en un tema central de este debate. Así pues, ¿cómo pueden ayudar los principios espirituales en la forma en que entendemos el desarrollo y la producción de alimentos? Por ejemplo, tenemos que asegurarnos de que las prácticas agrícolas se basen en la justicia y en la cooperación, y que los proyectos se lleven a cabo con humildad y agradecimiento hacia la Tierra y el medio ambiente.
«Hemos aprendido que en estos momentos las personas descubren de forma natural un sentido de propósito común, viendo que pueden ejercer un papel activo a la hora de convertir su adversidad en una oportunidad para ser útiles a sus semejantes, y que nuestra función como organización ha sido la de intentar canalizar las energías de manera provechosa».
En Aipe, Colombia central, un grupo de personas colaboraron con la Asamblea Espiritual Local bahá’í para poner en marcha una pequeña granja. Al contar con unas buenas relaciones con la oficina del alcalde y con un agrónomo local, este proyecto animó a unas trece familias a crear sus propios huertos en un terreno seleccionado, que produjo una primera cosecha compartida con más de setenta personas. A su vez, las personas que se han beneficiado de la producción se han sentido atraídas hacia el proyecto y muestran una gran motivación por servir a la comunidad con unos alimentos saludables, orgánicos y distribuidos equitativamente.
Ever Rivera, coordinador de los programas de FUNDAEC, afirma: «El ejemplo que estas personas están sentando al producir alimentos para sus comunidades es contagioso. Las personas que no tienen experiencia previa disponen del ejemplo, del apoyo y del acompañamiento de los que están a su alrededor. Además, las conversaciones diarias entre los vecinos generan un conocimiento local sobre la producción de alimentos».
Arelys es una de las participantes en los proyectos de producción de alimentos de Tuchín. Ha quedado impresionada al ver cómo las personas han comenzado a conectar con la tierra de una manera diferente. Comenta: «Las familias se han entusiasmado al darse cuenta de que pueden producir alimentos en espacios de los que ya disponen y han visto todo lo positivo que puede salir de los momentos de crisis».
Yesneyer de Aipe explica cómo en su ciudad no existe una cultura agrícola ya que los alimentos normalmente se importan del campo. Sin embargo, los cursos telemáticos de FUNDAEC han ayudado a la población a mirar la tierra de forma distinta. «¡Nos hemos dado cuenta del potencial de plantar semillas en cualquier trozo de tierra disponible!».
Además de los talleres, FUNDAEC ha elaborado y distribuido un boletín mensual que pone al alcance de los participantes de todo el país un corpus de conocimiento creciente que se origina en los proyectos locales.
Como parte de sus actividades en curso, la organización contribuye asimismo al discurso sobre la agricultura entre funcionarios del Gobierno, intelectuales y organizaciones de la sociedad civil. Stewart aclara: «Se trata de abrir un diálogo entre los agricultores, que poseen un profundo conocimiento tradicional, y los estudiantes de agronomía, que ofrecen las mejores prácticas de la ciencia moderna. Este diálogo evita, por un lado, el romanticismo indebido sobre una “forma más simple” del pasado y, por otro lado, la aceptación acrítica de las tecnologías modernas. En cambio, permite construir un sistema alternativo que conjuga las grandes tradiciones del agricultor con los principios espirituales —como ser agradecidos con la naturaleza y comprender el impacto de la relación con la Tierra para las futuras generaciones— y con los conocimientos y buenas prácticas de la agronomía moderna».
Desde la pandemia, más de 1500 personas de todo el país han intervenido en casi 800 proyectos agrícolas promovidos por FUNDAEC. Reflexionando sobre las primeras cosechas de estos proyectos, Stewart afirma:
«La época de la cosecha es un momento muy especial. Invita a la reflexión y permite a las personas darse cuenta de cómo, al igual que crecen las plantas, crecen también nuestras capacidades como personas y como comunidad. Los participantes contemplan cómo ciertas cualidades espirituales son esenciales en este proyecto. Se necesita unidad para dar una respuesta colectiva rápida a una necesidad en tiempos de crisis. Se necesita fe para confiar en que las semillas plantadas germinen. Se necesita paciencia para esperar que las plantas crezcan y se desarrollen y para afrontar los pequeños contratiempos del camino. El amor, la perseverancia y la diligencia son necesarias para desempeñar las tareas diarias.
«Este período ha sido un tiempo para dar gracias por la “generosidad” de la Tierra, cuidándola y protegiéndola».