«Hacer que las ciudades pertenezcan a quienes trabajan para construirlas»: La Cátedra Bahá’í de la India se interesa por la urbanización
INDORE, La India — De los cientos de millones de personas empleadas en la economía sumergida en las ciudades de la India, decenas de millones han regresado a sus hogares en zonas rurales a causa de la pandemia. Este éxodo masivo ha despertado la conciencia pública sobre las precarias condiciones de las personas que trabajan en este sector, muchas de las cuales viven en asentamientos urbanos improvisados sin protección social.
La Cátedra Bahá’í de Estudios sobre el Desarrollo de la Universidad Devi Ahilya de Indore considera que este período es especialmente importante para promover la adopción de estrategias a largo plazo en materia de desarrollo. La Cátedra ha venido reuniendo a economistas y estudiosos en una serie de reuniones en línea tituladas «Hacer que las ciudades pertenezcan a quienes las construyen» para examinar los efectos de la pandemia en las personas marginadas.
Arash Fazli, profesor adjunto y director de la Cátedra Bahá'í, explica cómo una nueva concepción de la naturaleza humana, que percibe la nobleza de cada ser humano y lo protege contra los prejuicios y el paternalismo, es esencial para cualquier debate sobre el desarrollo.
«Se habla generalmente de las personas que viven en la pobreza urbana, especialmente de aquellas que provienen de las zonas rurales, como un grupo digno de lástima que sufre opresión y que presenta todo tipo de necesidades, o que a lo sumo es una fuente de mano de obra. Sin embargo, definir a las personas por las circunstancias de su opresión es negarles su plena humanidad.
«Avanzar hacia un futuro más sostenible, próspero y pacífico para nuestras ciudades requiere primeramente el reconocimiento de la nobleza de cada ser humano. Quienes viven en asentamientos irregulares llevan vidas significativas y productivas a través del ingenio y la creatividad, de fuertes lazos sociales y de convicciones espirituales que les confieren alegría, esperanza y resiliencia frente a circunstancias extremas».
La Cátedra Bahá’í se fundó hace casi treinta años para promover la investigación interdisciplinaria y la erudición en el campo del desarrollo desde una perspectiva que considera la prosperidad humana como el resultado del progreso tanto material como espiritual. En la reunión más reciente celebrada por la Cátedra, los participantes estudiaron la forma en que el desarrollo urbano puede llegar a integrar a las personas marginadas.
Partha Mukhopadhyay, del Centro de Investigaciones Políticas de Delhi, habló de las diferentes razones que ofrecen los migrantes para regresar a sus localidades de origen. «Han venido a la ciudad para ayudar económicamente a sus familias y durante los momentos difíciles se sienten responsables del cuidado de quienes se han quedado en su pueblo. Al mismo tiempo, no confían en que serán atendidos en la ciudad si algo les sucediera. [...] En estos dos niveles, nos damos cuenta de que [los migrantes] siguen sin pertenecer a la ciudad, aunque hayan pasado toda su vida laboral allí».
En los debates también se puso de relieve la necesidad de contar con estructuras que permitan a las poblaciones marginadas defenderse por sí mismas. Siddharth Agarwal, del Centro de Investigación Urbana de Nueva Delhi, se refirió a varias estrategias de solidaridad social que han surgido en la experiencia de su organización, entre ellas la formación de grupos de mujeres que puedan evaluar las necesidades de sus comunidades y procurar que se respeten sus derechos mediante un proceso de «negociación suave pero persistente» con las autoridades.
Vandana Swami, profesora de la Universidad Azim Premji de Bangalore, observó que «las ciudades nunca se han construido para los pobres» y que las zonas urbanas tratan de mantener fuera de la vista la existencia de las personas que viven en la pobreza.
Al reflexionar sobre el seminario, el doctor Fazli explica cómo las ideas inspiradas en las enseñanzas bahá'ís pueden arrojar luz sobre cuestiones relativas al desarrollo. «El propósito a largo plazo de estos debates es proporcionar un nuevo lenguaje y conceptos que den paso a nuevas formas de pensar sobre el desarrollo urbano y de hacer política».
«Las formas habituales de abordar este tema se originan desde la perspectiva del acceso a los recursos materiales. Si bien es cierto que quienes viven en la pobreza carecen de medios materiales, llevan una vida con sentido y propósito. Cuando reconocemos que el progreso social tiene una dimensión material y espiritual, empezamos a ver a todos los habitantes de la ciudad como contribuyentes potenciales a la prosperidad material y espiritual del conjunto.
La pobreza es una gran injusticia que debe ser abordada sistemáticamente. Pero la experiencia ha demostrado que incluso las intervenciones de desarrollo bien intencionadas crean dependencia, explotación y resentimiento cuando se basan en supuestos paternalistas sobre las personas que viven en la pobreza. En última instancia, el desarrollo solo dará frutos duraderos cuando las personas se conviertan en protagonistas de su propio desarrollo y se las ayude a trabajar con los demás en la sociedad para lograr objetivos comunes de progreso social colectivo. Percibir el potencial que existe en todos para contribuir a este proceso exige ir más allá de los marcos materialistas de pensamiento y ver las capacidades morales y espirituales de las personas».
Una grabación del seminario puede verse aquí.