Garantizar la seguridad alimentaria frente la crisis sanitaria mundial
PORT VILA, Vanuatu — Frente a la posibilidad de escasez de alimentos como resultado de la pandemia del coronavirus COVID-19, algunos participantes en el programa educativo de inspiración bahá’í denominado Preparación para la Acción Social (PAS) han puesto en marcha medidas para proteger a sus comunidades.
«Mi grupo reflexiona constantemente sobre cómo servir a nuestra comunidad y ahora que se acerca el coronavirus, ¿qué podríamos hacer? ― comenta un participante de Tanna, Vanuatu―. No podemos sentarnos sin hacer nada. Tenemos que levantarnos con energía a servir a nuestra sociedad».
El programa Preparación para la Acción Social, que se ha llevado a cabo en 17 países de África, Asia, América Latina y el Pacífico, crea capacidad en los jóvenes para aplicar el conocimiento obtenido tanto de la ciencia como de la religión para el desarrollo de sus comunidades.
Si bien en Vanuatu no se han confirmado casos de coronavirus por el momento, los efectos sobre el comercio y los viajes internacionales han causado dificultades económicas y han reducido las importaciones de alimentos. Las medidas establecidas por el Gobierno para prevenir la expansión de la enfermedad han exigido que se paralicen las actividades rutinarias del programa PAS, pero los grupos de participantes están tomando medidas, no solo para mantener el suministro de alimentos para sus conciudadanos sino también para animar a otros en sus respectivos países a seguir su ejemplo.
Muchos participantes utilizan sus jardines personales para sembrar cultivos que se puedan recolectar en poco tiempo, con el fin de crear fuentes seguras de alimentos para los próximos meses de incertidumbre.
Los recientes desastres naturales sufridos en Vanuatu no han hecho más que agravar la actual crisis. Las islas del norte del país fueron azotadas la semana pasada por una tormenta devastadora, el ciclón Harold, mientras Tanna ha sufrido una lluvia de ceniza volcánica que ha dañado las cosechas. Sin embargo, el grado de unidad y de acción colectiva fomentado por las actividades educativas de la comunidad bahá’í, entre ellas el programa PAS, ha permitido a muchas personas reaccionar con rapidez y comenzar a reconstruir y a replantar.
«Considero que es nuestra responsabilidad compartir nuestro conocimiento y experiencias ―comenta Anika Naiu, una participante del programa PAS en Tanna―. Es fácil perder la esperanza, por ejemplo, durante un ciclón o por el coronavirus. Tenemos que ser una fuente de ánimo y de esperanza para los demás miembros de nuestra comunidad, para que no se centren demasiado en estos problemas, sino en pensar en lo que podemos hacer para salir adelante. Me da mucha alegría servir a mis hermanos y hermanas».
Las capacidades desarrolladas con el programa PAS demuestran ser esenciales en otros países donde este se pone en marcha. Un grupo de participantes de Uganda, con el apoyo de la Fundación Kimanya-Ngeyo, que aplica el programa en el país, utiliza la radio local para sensibilizar en torno a la producción de alimentos.
Esta organización, creada por iniciativa de los jóvenes, emplea sus recursos en garantizar la continuidad de la producción alimentaria y la permanencia de los almacenes de comida en el tiempo. Ofrece, por ejemplo, sus tierras para sean cultivadas y también fondos para la adquisición de semillas.
«Existe una relación directa entre la esperanza, una actitud de servicio a los demás y la acción constructiva ―afirma un representante de la Fundación para la Mejora de la Sociedad, otra organización que ofrece el PAS en Vanuatu―. Cuando ponemos las necesidades de los demás por encima de las nuestras, esto nos confiere esperanza. Y cuando tenemos en mente nuestra naturaleza espiritual, nuestro sentido de esperanza se fortalece, sin importar cual sea nuestra condición física».