Las comunidades colaboran para construir un centro educativo con tecnologías ambientalmente sostenibles
NAMAWANGA, Kenia — Voluntarios de la aldea de Namawanga y sus alrededores se unieron en los últimos meses para emprender la construcción de una instalación educativa de ochocientos metros cuadrados para su aldea. Los bahá’ís de Kenia, que dirigieron el proyecto, comprobaron que los años de experiencia en actividades de construcción de comunidad(es) les permitían crear un entorno de colaboración para esta empresa y hacer un uso creativo de los materiales y herramientas de procedencia local. El edificio servirá de centro para las actividades de la comunidad bahá’í destinadas a aumentar la capacidad (en inglés) de servicio a la humanidad.
«Numerosas comunidades kenianas necesitaban este tipo de instalaciones con urgencia, pero la cuestión era cómo hacerlo –explica Alfred Mango, arquitecto del proyecto y miembro de la comunidad bahá’í keniana–. Tenía que haber un medio para realizar este tipo de construcciones».
Durante muchos años, la comunidad bahá’í local ha participado en actividades de adoración colectiva, educación espiritual y desarrollo socioeconómico (en inglés). Gracias a su participación en estas iniciativas, muchas personas de Namawanga han adquirido experiencia de coordinación y planificación, de adopción de decisiones unidas y de acción colectiva.
Esto les permitió –prosigue el Sr. Mango– identificar «un método de construcción que fuera sostenible, asequible y que implicara la participación de la comunidad».
Para el proyecto se utilizó una máquina hidráulica que prensaba ladrillos compuestos por nueve partes de tierra y una parte de cemento. La máquina, de fácil manejo y suministrada gratuitamente por el gobierno de Kenia, permite a los grupos y comunidades producir ladrillos encajables que son fáciles de montar sin necesidad de mortero.
Todo esto reduce drásticamente los costes de mano de obra y material. También tiene beneficios medioambientales: no hace falta transportar los ladrillos hasta la obra y no necesitan horno ya que se secan al sol. La instalación dispone de otras tecnologías sostenibles, como un sistema de tratamiento de aguas residuales in situ. Se proyecta instalar iluminación alimentada por energía solar; en conjunto, estas tecnologías reducirán los costes de los suministros a aproximadamente la mitad, afirmó el Sr. Mango.
«Producir los ladrillos fue un reto al principio, pero finalmente fue una victoria: produjimos cuarenta mil unidades», comenta Elizabeth Wanyonyi, que sirve en la Asamblea Espiritual Local Bahá’í de Namawanga.
«El proyecto de construcción comenzó de hecho solo con la comunidad de Namawanga. Pero luego creció con la participación de la región circundante», explica la Sra. Wanyonyi.
Cuando las comunidades cercanas se enteraron de la obra, todas se comprometieron a enviar voluntarios durante varios días o semanas seguidas. Los voluntarios se encargaron de extraer tierra, manejar la máquina de fabricar ladrillos y montar la estructura del edificio. Otros aportaron comidas o contribuyeron económicamente.
«Cada día el espíritu de consulta y reflexión nos ayudó a seguir adelante mientras aprendíamos a través de la acción, –explica Moses Kisudia, que forma parte de un comité de la comunidad bahá’í keniana que se encarga de gestionar el establecimiento de nuevos edificios locales y regionales–. Y como necesitamos disponer de estas instalaciones en otras comunidades de Kenia, también hemos invitado a voluntarios de otras zonas para que aprendan, de modo que cuando llegue el momento puedan transmitir sus conocimientos a otras personas».
Añadió que la naturaleza colectiva del proyecto afecta a la forma en que la comunidad piensa sobre este edificio: «El día que abrimos el centro se pudo ver que la gente lo consideraba como algo propio, fruto de su trabajo».