La religión y la integración de los recién llegados en la sociedad canadiense
TORONTO — La llegada de nuevas poblaciones de todas partes del mundo constituye un rasgo básico de la vida en Canadá. La Comunidad Bahá’í de Canadá refleja la diversidad cultural y étnica del país. Es una comunidad que ha adquirido experiencia a lo largo del tiempo en cuanto al papel de la religión en la construcción de una sociedad pacífica y cohesionada, un tema de debate fundamental en una serie de seminarios celebrados durante el año pasado en colaboración con la Escuela Munk de Asuntos Mundiales de la Universidad de Toronto.
«La sociedad canadiense se ha secularizado en su mayor parte —declara Geoffrey Cameron, director de asuntos externos de la Comunidad Bahá'í de Canadá—, como resultado de ello, hemos perdido cierta capacidad en el discurso público para hablar abiertamente del papel y de la contribución de la religión a la sociedad. Muchos recién llegados a Canadá proceden de sociedades en las que la religión ejerce una sólida influencia social y este contraste puede fomentar tensiones. Estos seminarios desvelaron que es posible tener un diálogo más abierto y razonado sobre cómo la religión puede servir como recurso para generar una comprensión compartida y promover valores comunes en la búsqueda de una sociedad más unida y cohesionada».
En total se celebraron cuatro seminarios de marzo a febrero. El primer encuentro (en inglés) exploraba algunos de los desafíos que los recién llegados afrontan, como la intolerancia religiosa y la falta de conocimiento acerca de su fe. Los tres últimos seminarios estudiaron una serie de temas que abordaban desde cómo la religión puede promover la cooperación social o reforzar en ocasiones las divisiones entre el «nosotros» y «ellos», cómo la religión puede promover la participación de los recién llegados en la vida de la sociedad y los desafíos asociados a la integración de estos nuevos residentes de diferentes procedencias religiosas en una sociedad secularizada. Unas cien personas, entre profesores universitarios, organizaciones de la sociedad civil y representantes de las comunidades religiosas, participaron en las sesiones de los cuatro seminarios.
«El supuesto de que la fe es algo privado —afirmó Shari Goldberg, director de Shema and Iqra': The Jewish-Muslim Text Project— y la necesidad de que se separe de la esfera pública permite una exclusión ritualista de la religión del diálogo nacional». Añadió que dicha exclusión puede crear cierta «alteridad» en los recién llegados.
En el más reciente de estos seminarios (en inglés), los miembros de la mesa redonda destacaron el importante papel que asumen los jóvenes de las familias recién llegadas en la promoción de la dimensión espiritual de la vida humana en la esfera pública.
Nuzhat Jafri, directora ejecutiva del Consejo Canadiense de Mujeres Musulmanas, declaró que los jóvenes se implican en actividades que relacionan los principios y valores de su religión para ayudar al proceso de integración y permitirles contribuir significativamente a la sociedad canadiense.
«Los jóvenes se hallan en la frontera misma de la familia —dijo Esther Maloney, participante en el debate y directora de Illumine Media Project—, son los que crean puentes entre la familia y la comunidad». Sin embargo, también puntualizó que los jóvenes pueden sentirse reprimidos cuando las representaciones de los medios de comunicación les hacen pensar que sus aspiraciones espirituales, sus valores y su conocimiento no son bienvenidos en la esfera pública. «Las artes —sugirió— ofrecen vías para investigar las cuestiones de identidad y de propósito junto con una serie de temas vitales en un contexto de comunidad […] en el que los temas seculares y religiosos pueden ser estudiados vigorosamente…».
«Tenemos un planteamiento especial en cuanto al desarrollo de contenidos — prosiguió—, que se basa en los principios de la Fe bahá’í […] Nuestros contenidos narran historias de gente joven diversa y de sus familias en circunstancias normales que se ven a sí mismos contribuyendo al desarrollo de sus propias vidas y a las vidas de sus comunidades».
En el diálogo público sobre la integración de nuevos poblaciones en la sociedad canadiense, explica el Dr. Cameron, resulta útil tener en cuenta el concepto bahá'í de unidad. «Existe una tendencia a reducir el discurso de la integración a un "nosotros y ellos" cuando de hecho tenemos que comenzar desde la postura de que somos parte de la misma familia humana —afirma—. Esto exige que nos comprometamos en un proceso de aprendizaje y de adaptación mutuos».
«La unidad en diversidad —prosigue— es un principio esencial del progreso social, que se refleja en los valores y actividades de la comunidad bahá’í canadiense».