La experiencia de los refugiados bahá’ís canadienses arroja luz sobre un tema de actualidad

6 de octubre de 2015
Oradores en una mesa redonda del simposio sobre el movimiento de refugiados bahá'ís iraníes en Canadá, celebrado en Ottawa el 21 de septiembre de 2015. De izquierda a derecha: Janet Grinsted, directora adjunta de la Comisión de Derechos Humanos de los Territorios del Noroeste y ex funcionaria de la Oficina Internacional de Refugiados Bahá'ís; Douglas Martin, secretario general de la Comunidad Bahá'í de Canadá, 1965-1985; y Gerry Van Kessel, ex director general de operaciones de la Subdivisión de Refugiados del Ministerio de Ciudadanía e Inmigración de Canadá. (Fotografía de Emas Talismán)

OTTAWA, Canadá — La Comunidad Bahá'í de Canadá, en asociación con la Sociedad Histórica Canadiense de Inmigración, así como con el Centro de Historia Pública de la Universidad de Carletón, Iniciativa de Estudios sobre Migración y Diáspora, y su Departamento de Historia organizaron un simposio de un día sobre el programa de refugiados bahá’ís iraníes en Canadá, que se desarrolló de 1981 a 1989.

Celebrado en la universidad el 21 de septiembre, el evento contó con la asistencia de unas cien personas, entre las que se encontraban profesores universitarios, funcionarios públicos, estudiantes y miembros de la comunidad.

«El programa para refugiados bahá’ís iraníes fue el primer programa importante para refugiados en Canadá después del movimiento de refugiados indochinos, que comenzó a finales de la década de 1970 —explicó Geoffrey Cameron, investigador principal de la comunidad bahá'í canadiense—. Canadá fue el primer país en abrir sus puertas a los refugiados bahá’ís que huían de la persecución violenta en Irán».

El simposio se centró en el programa de la década que siguió a la revolución de 1979 en Irán, durante la cual unos 2300 bahá’ís que huían de la persecución fueron ubicados en más de 200 comunidades a lo largo y ancho de Canadá. Su reasentamiento formó parte de un programa especial diseñado en la década de 1980 por el Gobierno canadiense, en cooperación con el órgano rector nacional de la comunidad bahaí, la Asamblea Espiritual Nacional de Canadá. El programa canadiense se utilizó como modelo para abrir las puertas al reasentamiento de unos 6000 refugiados bahá’ís más en 25 países de todo el mundo.

El profesor Howard Adelman, profesor emérito de filosofía de la Universidad de York y uno de los principales especialistas de estudios sobre refugiados, señaló que la Comunidad Bahá’í de Irán fue blanco de persecuciones porque «refleja el espíritu de la modernidad en su universalismo».

Mina Sanaee, que se encontraba entre los refugiados reasentados en Canadá, recordó ese período traumático. «Cada bahá’í (que abandonó Irán) se enfrentó a una decisión sumamente dolorosa (irse) después de soportar pacientemente actos diarios de violencia e injusticia... Estábamos descorazonados», explicó la Sra. Sanaee.

El profesor Howard Adelman, profesor emérito de la Universidad de York, director fundador del Centro de Estudios sobre los Refugiados, hace una presentación en el simposio de la Universidad de Carleton. (Fotografía de Emad Talismán) Presentación
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El profesor Howard Adelman, profesor emérito de la Universidad de York, director fundador del Centro de Estudios sobre los Refugiados, hace una presentación en el simposio de la Universidad de Carleton. (Fotografía de Emad Talismán)

Sin embargo, el programa de refugiados proporcionó un rayo de esperanza a los que huían de la persecución. La Sra. Sanaee recordó el estímulo que sintió cuando descubrió que Canadá tenía un proceso de reasentamiento para los refugiados bahá’ís iraníes. «Seréis como gemas dispersas por todo el país», le dijo Douglas Martin, el secretario de la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís de Canadá en ese momento, a su regreso de una visita a los refugiados bahá’ís en Pakistán.

Gerry Van Kessel, que fuera director general de operaciones para asuntos de refugiados la década de 1980, comentó que su trabajo en el programa bahá’í había sido un «punto culminante de su carrera». Cuando el Sr. Martín se dirigió al Gobierno para solicitar su ayuda, ya existía una estructura para facilitar el asentamiento de los bahá’ís procedentes de Irán. Sin embargo, Van Kessel observó que lo que hizo que el programa funcionara fue la «confianza y la credibilidad» desarrollada entre los representantes bahá’ís y los funcionarios públicos. «Así es como lograsteis obtener la cooperación... y vuestra integridad hizo que todo funcionase».

Los participantes en la conferencia también escucharon el punto de vista de los refugiados y de los funcionarios públicos del sector. Todos los que trabajaron en el programa recordaron a Mona Mojgani, que fue la directora de la Oficina Internacional de Refugiados Bahá'ís hasta su disolución en 1989.

«Mona facilitó nuestro trabajo [...] nos ayudó a organizar a los bahá’ís y entendía cómo trabajábamos. Confiábamos en ella», declaró Dennis Scown, quien fue el director del programa de inmigración en Islamabad durante los años 1980.

Mark Davidson, actual director general de Ciudadanía e Inmigración de Canadá, se encontraba en su primera misión en Islamabad, y recordó su asombro ante los lugares tan recónditos donde se había reasentado a los bahá'ís. Más de cien comunidades locales tan alejadas como Sandspit en Columbia Británica acogían a los bahá’ís.

Afsoon Houshidari, quien tenía cuatro años cuando su familia huyó de Irán, participó en una de las mesas redondas de la conferencia y compartió sus anécdotas y recuerdos personales de cuando esperaba el reasentamiento en Karachi y del nerviosismo de los preparativos del viaje para venir a Canadá. Hace poco descubrió que los visados de su familia fueron firmados por otro de los participantes en la conferencia, Dennis Scown.

El público también escuchó las experiencias de otros refugiados bahá’ís que llegaron a Canadá en la década de 1980, así como el punto de vista de los miembros de las comunidades que acogieron calurosamente a los refugiados a su llegada. Los ponentes comentaron que cada experiencia era única y que muchas de ellas implicaban traumas y grandes dificultades. La capacidad de recuperación de los refugiados bahá’ís se vio a menudo reforzada por sus creencias y las singulares conexiones interculturales que se establecieron con sus correligionarios y otros canadienses.

La jornada concluyó con reflexiones finales sobre la percepción del programa de refugiados bahá'ís desde un contexto más amplio, como un caso práctico que forma parte del panorama de la historia y la política pública canadienses.

Reflexionando sobre el evento, el Sr. Cameron afirmó: «En un momento en que el movimiento de personas a gran escala, y en particular de aquellos que solicitan asilo, plantea profundos desafíos a los encargados de formular políticas y a los ciudadanos de todo el mundo, creemos que esta reflexión sobre la experiencia de los refugiados bahá’ís iraníes en Canadá arroja ciertas lecciones que, aunque modestas, parecen aportar conocimientos importantes en esta coyuntura particular».

El Sr. Cameron explicó que el simposio había sido una oportunidad para estudiar las lecciones de la respuesta de Canadá en la década de 1980 y de su cooperación con la comunidad bahá’í canadiense para el asentamiento de refugiados. Sin embargo, más allá de la respuesta política, el Sr. Cameron destacó las contribuciones de los organismos y las personas en la aplicación del programa, señalando «su creatividad, flexibilidad y deseo de hacer lo correcto».

En cuanto al papel de la comunidad bahá’í en el éxito del programa, el Sr. Cameron afirmó que «tratamos de comprender lo que el Gobierno podía y no podía hacer y luego nos comprometimos a trabajar dentro de esos parámetros. Numerosas autoridades gubernamentales comentaron que la orientación de los bahá’ís y su visión del mundo hicieron que todo el programa funcionara sin problemas».

Para más información sobre el simposio: www.symposium.bahai.ca

Puede encontrar más información sobre el programa de refugiados bahá'ís en http://reviewcanada.ca/magazine/2013/07/a-quiet-exodus/