La evolución de la perspectiva bahá'í sobre el diálogo interreligioso
Esta es la tercera parte de una serie de artículos sobre la participación de la comunidad bahá'í en los discursos de la sociedad. Lea la parte 1 aquí y la parte 2 aquí.
OSLO, Norway — Los recientes encuentros interreligiosos internacionales ponen de manifiesto una creciente concienciación en el mundo. Muchos actores sociales están viendo en el diálogo interreligioso un nuevo potencial para canalizar los poderes constructivos de la fe para el mejoramiento de la sociedad.
«Si todos tenemos humildad en lugar de insistir en la exclusividad de nuestros propios puntos de vista, entonces empezamos a aprender unos de otros», afirma Britt Strandlie Thoresen, quien dirige la organización interreligiosa nacional de Noruega. Como bahá'í, su compromiso con el diálogo interreligioso surge de la creencia en el poder de la camaradería para fomentar la unidad. «Nos estamos esforzando por encontrar un camino común juntos, un camino para construir un mundo mejor entre nosotros».
Hoy, el movimiento interreligioso puede reflexionar sobre más de un siglo de experiencia cultivando el diálogo entre personas de diferentes confesiones. A fines del siglo XIX, el floreciente movimiento parecía muy prometedor para el reconocimiento de la unicidad de la religión. El siglo XX pintó un cuadro muy diferente. Dos guerras mundiales, un aumento aparentemente intratable de la violencia sectaria, el fundamentalismo religioso y la radicalización han dejado a muchas personas desilusionadas con la religión y desconfían del valor del movimiento.
Sin embargo, el movimiento interreligioso ha hecho contribuciones impresionantes para promover la unidad entre las comunidades religiosas del mundo. Cada vez más, las personas son conscientes de cómo el movimiento puede ir aún más lejos al ayudar a la humanidad a alcanzar un mayor grado de unidad para enfrentar sus desafíos más importantes.
Para los bahá'ís, un siglo de participación en actividades interreligiosas en todo el mundo ha generado una profunda reflexión en los últimos años. ¿Cuál es el potencial de los espacios abiertos en nombre del diálogo interreligioso? ¿Cuáles son sus objetivos y esperanzas hoy? ¿Cómo podemos participar en un discurso que se basa en las ideas de la religión pero que va más allá para explorar su relevancia para un mundo confuso?
«Una forma de ver la religión es como un fenómeno que trasciende cualquier confesión o secta», explica Venus Khalessi, quien representó a la comunidad bahá'í en el Foro Interreligioso G20 en Buenos Aires, Argentina, en septiembre pasado. Uno de los objetivos de la participación en el diálogo interreligioso, explica, es extraer principios universales y aprender de las experiencias de los demás aplicándolas. El punto es trabajar hacia un mundo más pacífico y justo. «En este sentido, la religión puede ser vista como un sistema de conocimiento y práctica que está evolucionando y ofrece perspectivas y valores que pueden ayudar al progreso de la sociedad».
La opinión de que la religión tiene un papel vital y constructivo que desempeñar en la vida de la humanidad fue compartida por los representantes de muchos grupos religiosos en el Foro del G20. El documento conceptual de la conferencia describe el papel prominente de la religión en numerosos problemas sociales.
«Reconocida o no reconocida, en todo el mundo, la religión aborda los problemas desafiantes que enfrentan las sociedades y las naciones, así como un bienestar social más amplio —afirma el documento—. Sin la inversión de tiempo y recursos que brindan las organizaciones e individuos motivados por la religión, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas son inalcanzables».
En noviembre, más de 8000 personas de todo el mundo se reunieron en Toronto, Canadá, para el Parlamento de las Religiones del Mundo, otro foro importante para el movimiento interreligioso mundial. Los bahá'ís organizaron sesiones sobre temas pertinentes, como el empoderamiento de los jóvenes, la relación entre religión y ciudadanía, el principio de unidad, la igualdad de mujeres y hombres, la unidad racial, etc. En total, más de 60 presentaciones fueron ofrecidas por bahá'ís, a menudo en colaboración con personas de diferentes confesiones.
La Sra. Thoresen estima que continuar invirtiendo tiempo en actividades interreligiosas tiene un gran valor. «Estamos aprendiendo paso a paso. Estamos aprendiendo a escuchar, a reflexionar y a comunicarnos unos con otros de una manera que fomente la comprensión común».
«En este contexto, es importante no insistir en las diferencias sino tratar de aprovechar lo que todos tenemos en común, y eso es mucho en realidad», continúa. El Consejo para las comunidades religiosas y filosóficas en Noruega, que preside la Sra. Thoresen, no solo celebra reuniones interreligiosas en Oslo sino que también promueve el diálogo interreligioso en comunidades locales de todo el país.
«Necesitamos un tipo de diálogo que pueda aprovechar el poder de la religión para ayudar a la humanidad a enfrentar sus problemas más desafiantes».
—Gerald Filson
Las actividades interreligiosas varían ampliamente. Algunos grupos buscan principalmente la fraternidad; otros están orientados hacia el cambio social. Desde la revolución de Túnez en 2011, por ejemplo, el país ha sido cada vez más consciente de su diversidad religiosa y ha estado tratando de cultivar una sociedad pluralista. El diálogo interreligioso ha desempeñado un papel fundamental en la construcción de una visión común para el futuro. Y más ampliamente en la región árabe, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo organizó una conferencia en diciembre, reuniendo a representantes religiosos, entre ellos los bahá'ís, para estudiar cómo las comunidades religiosas están mejorando la cohesión social y la tolerancia.
Además del panorama evolutivo de las actividades interreligiosas, algunas comunidades bahá'ís están contemplando una nueva frontera: ir más allá del diálogo interreligioso tradicional para incluir un espectro más amplio de la sociedad.
«Necesitamos un tipo de diálogo que pueda aprovechar el poder de la religión para ayudar a la humanidad a enfrentar sus problemas más desafiantes, —explica Gerald Filson, un bahá'í que solía dirigir la Conversación Interreligiosa Canadiense, la organización interreligiosa más importante del país—. En Canadá, estamos descubriendo que los actores seculares y religiosos pueden trabajar juntos en la búsqueda del bien común. La apertura de espacios para este tipo de colaboración ha ayudado a que el discurso avance y a que se abran nuevas posibilidades». La comunidad bahá'í ha organizado varias conferencias nacionales importantes sobre la religión en la esfera pública, reuniendo a organizaciones de la sociedad civil y religiosas, a académicos y representantes del gobierno.
En España, un seminario recientemente se centró en la lucha contra la radicalización violenta, reuniendo a un panel de alto nivel de especialistas en seguridad, políticos y académicos para comprender mejor y abordar un problema creciente en Europa.
En su participación en discursos relacionados con la convivencia religiosa, el papel de la religión en la sociedad y el diálogo interreligioso, un número creciente de personas y grupos están aprendiendo a extraer las contribuciones constructivas de la religión a la sociedad, y la comunidad bahá'í se esfuerza por contribuir con su parte a esta causa vital. En sus actividades, esta se inspira en la carta que la Casa Universal de Justicia dirigió en abril de 2002 a los líderes religiosos del mundo.