Tras un devastador huracán, la comunidad se une para reconstruir
ROSEAU, Dominica — El huracán María, una tormenta de categoría 5, fue uno de los huracanes atlánticos más severos de los que se tiene constancia. Cuando arrasó el Caribe hace unos siete meses, la destrucción que dejó a su paso fue abrumadora: casas destruidas, campos de cultivo arrasados y comunidades diezmadas. La cobertura internacional de los medios de comunicación en aquel momento se centró justificadamente en las pérdidas y en la tragedia que había sufrido la población de las islas.
Sin embargo, en los meses siguientes, una historia muy distinta se ha producido en el Caribe, una historia esperanzadora y positiva que habitualmente no se cuenta. Es la historia de las comunidades, en todas las islas, que han descubierto en la tragedia el poder de la unidad, la cooperación y la acción colectiva para reconstruir el entorno físico y fortalecer los lazos sociales y espirituales que unen a los vecinos. Estos vínculos son esenciales para la resistencia en tiempos de pruebas.
Cuando ocurren desastres naturales, las comunidades que aúnan esfuerzos «poseen mayor capacidad para adoptar medidas coherentes y efectivas para responder y recuperarse —afirma la Comunidad Internacional Bahá’í (CIB) en una declaración publicada en mayo de 2016―. La experiencia ha demostrado que las personas pueden manifestar una resiliencia, altruismo, inventiva y creatividad excepcionales en dichos momentos».
La isla de Dominica es un ejemplo de ello. Aunque de tamaño relativamente pequeño, las comunidades bahá'ís locales de la isla se vieron no como víctimas indefensas, sino como protagonistas de la transformación de su entorno físico y social.
En el territorio de Kalinago de Dominica, una región principalmente rural e indígena que fue severamente golpeada por el huracán María, la ayuda tardaba en llegar a la zona tras las secuelas de la tormenta, y los alimentos, el agua y otros suministros destinados a la región nunca llegaron a salir de Roseau, la capital.
Conscientes de las necesidades apremiantes de sus vecinos, en las semanas posteriores a la tormenta, los bahá'ís de la zona lograron reunir a los dirigentes de la comunidad, vecinos, amigos y otras personas para consultar sobre qué podían hacer con los recursos de que disponían. Decidieron construir varios invernaderos para restablecer rápidamente los cultivos de alimentos que habían sido diezmados por la tormenta. Varios residentes ofrecieron sus tierras para los invernaderos donde se podrían plantar semillas y también parcelas de tierra donde, más tarde, se podrían transplantar las plántulas resultantes.
«La construcción de los invernaderos unió a la comunidad profundamente ―explicó Siila Knight, una bahá'í de Barbados que visitó Dominica para prestar apoyo logístico en nombre de la CIB―. Vecinos y amigos se juntaron y trabajaron desde temprano por la mañana hasta la tarde, trayendo todo el material que podían ahorrar o rescatar y cortando tablones de cocoteros caídos. Tras terminar su trabajo a la tarde, se reunían de nuevo para rezar juntos».
«Era muy conmovedor ―continuó―. De alguna manera todos podían sentir la atmósfera espiritual mientras trabajaban juntos».
El vecindario de Newtown en Roseau, inspirándose en los aprendizajes de Kalinago, también se reunió para consultar sobre la forma en que sus habitantes podrían hacerse cargo de los esfuerzos de reconstrucción en su propia comunidad. Un domingo a principios de enero, docenas de personas en el barrio discutieron lo que se necesitaba hacer de manera más urgente tras los daños ocasionados por el huracán María.
Durante las consultas, se sentía la esperanza entre los residentes presentes en la reunión de Newtown. Juntos hicieron planes para retirar los troncos y la basura que obstruían el puerto y bloqueaban el acceso al océano, lo cual es vital para su comunidad pesquera. Inspirados por el trabajo realizado en el territorio de Kalinago, decidieron que podían utilizar parte de la madera recuperada de la bahía para construir un invernadero en el que las semillas pudieran germinar rápidamente y distribuirlas para plantarlas en las granjas que habían sufrido la destrucción de los cultivos.
«He visto cómo todas estas iniciativas han dado esperanza a todo el mundo ―comenta la Sra. Knight, que ha participado en los trabajos de reconstrucción que se están llevando a cabo en ambas comunidades. La comunidad fue testigo directo del poder de la consulta bahá’í para resolver problemas difíciles y fomentar una voluntad colectiva de acción.
En marzo, el barrio de Newtown, con un poco de ayuda financiera y logística de la Comunidad Internacional Bahá’í había realizado importantes avances en acometer aquellos aspectos de la reconstrucción que los habitantes locales podían llevar a cabo por sí mismos. También organizaron la visita de terapeutas a la comunidad para prestar asistencia a quienes habían sufrido trágicas pérdidas a causa de la devastación del huracán.
Estas dos comunidades pronto se dieron cuenta de que estos proyectos no solo proporcionaban ayuda práctica, sino también un espacio para que los vecinos y amigos se reunieran, reflexionaran, rezaran y estudiaran. En el territorio de Kalinago, los invernaderos se convirtieron en un punto de encuentro colectivo. La comunidad comenzó a impartir clases de educación moral y espiritual para niños y jóvenes adolescentes en el lugar, así como reuniones de oraciones abiertas a todos. Se colocaron una serie de asientos fabricados con tocones de árboles cortados.
Al principio, las únicas semillas que podían obtener para los invernaderos eran para el bok choy, una verdura desconocida para la gente de la región. Pero la plantaron de todos modos, y pronto crearon recetas con esta verdura de hojas verdes que las familias compartieron unas con otras. Más tarde pudieron plantar otros cultivos como calabazas, judías, zanahorias, coles, lechugas, sandías, cebollinos, tomates, perejil y quimbombó.
En los meses transcurridos tras la construcción de los invernaderos, las plántulas cultivadas se han utilizado para asentar cultivos y proporcionar alimentos a los habitantes de varias aldeas de la región. La comunidad también ha trabajado para ayudar en otras tareas, como la construcción de un nuevo techo para la biblioteca comunitaria y la obtención de suministros para algunas escuelas del territorio.
Expresando una opinión ampliamente compartida, un habitante de una aldea del territorio de Kalinago declaró: «Lo que hemos hecho junto con los bahá’ís ― es la primera vez que hemos visto a alguien hacer una promesa de ayudar y cumplirla realmente».